¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Aviones y hortalizas

El proyecto del A400M ha permitido que vivamos durante un tiempo en la nube del sueño aeroespacial

Desde la Junta y los medios de comunicación se ha alimentado en los últimos años el discurso de una Andalucía conectada directamente a la modernidad económica gracias a la industria aeroespacial. Este relato, a veces un tanto esnob y mañoso, provocó en tiempos pasados alguna escena hilarante, como aquella en la que un torturado Sánchez Monteseirín lanzaba al éter la terrible cuestión: "¿Qué sería de nosotros sin la tarea de los astronautas?". Pero en medio de tanta retórica voladora, también podemos encontrar las rosas blancas de la verdad: durante 2017 nuestra región consiguió dar un gran salto en sus exportaciones, llegando a la cifra insólita de los 30.000 millones de euros, gracias en gran parte al programa de construcción del avión de transporte militar A400M de Airbus. Ante el asombro de muchos, Andalucía vendió más kilos de aviones que litros de aceite de oliva.

La construcción del A400M ha permitido que vivamos durante un tiempo una nube, una de esas a las que Zapatero les gusta inspeccionar mientras termina de desarreglar lo de Venezuela. A todos, no sólo a los políticos, se nos llenaba la boca al perorar sobre la industria aeroespacial, que siempre es más glamuroso que hablar de hortalizas o turistas achicharrados, nuestros eternos graneros. Sin embargo, el sueño empezó a esfumarse desde que empezaron a evidenciarse los sobrecostes, los retrasos y los problemas comerciales de este gran pajarraco mecánico. Esta semana, Airbus ha dado una muy mala noticia: la extinción de 402 empleos directos de las plantillas de Sevilla y Cádiz. No pinta bien.

La misma Andalucía que está asistiendo en los últimos tiempos a cómo desguazan el que antaño fuera su orgullo industrial, Abengoa, empieza a ver ahora cómo peligra el proyecto que durante la pasada década ha sido el eje fundamental de su sector aeroespacial. No es el fin del mundo, pero las empresas que hasta la fecha han vivido a la refrescante sombra del A400M tienen ahora que buscar la carga de trabajo fuera de España. Por su parte, los políticos pierden esas bonitas fotografías en los hangares tan del gusto del discurso de la Andalucía imparable. A su pesar, tendrán que volver a retratarse en los olivares y las besanas, en esa Andalucía agrícola y virgiliana que sigue siendo, como en la época de Augusto, la base de nuestra economía. También pueden hacerlo en las costas arrasadas por un sector turístico que nos da el pan y nos quita el alma. Opciones, como verán, no faltan.

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