La columna

Juan Cañavate

jncvt2008@gmail.com

Una de los nuestros

Este país da miedo. Sobre todo desde que se hizo evidente que los derechos y libertades habían entrado en coma

No sé si tendrá que ver con el estado de ánimo general que me suele invadir por estas fechas de polen y desorden meteorológico, pero la noticia de la dimisión de Cifuentes me ha dejado tan frío como saber que el Madrid vuelve a ganar otro partido con sus habituales métodos, tan del sur, tan mediterráneos, tan españoles, tan de Cifuentes y sus amigos del alma.

No, en serio, al contrario que el fútbol, que me interesa un pimiento, lo de Cifuentes sí, aunque me interese de otra forma, en otro tono, por así decirlo.

Me intentaré explicar:

¿Ha sido la defensa de los limpios principios morales y éticos que inspiran nuestra vida política lo que la ha mandado a su casa o ha sido, por el contrario, un ajuste de cuentas dentro de una organización política que hoy, tal como van sus casos judiciales, empieza a parecer una banda de gángsters?

Porque que se vaya, ya les digo que me viene a dar igual, que ya vendrá otro u otra que buena la hará, pero sólo la sospecha, por llamarla así y no simple convicción, de los métodos que parecen haber usado "los suyos" para mandarla a casa, me pone los pelos de punta.

Y es que hace ya tiempo que este país, gracias al selecto club al que la señora pertenece, da miedo. Sobre todo desde que se empezó a hacer evidente que los derechos y libertades habían entrado en coma como lo habían hecho una parte importante de las garantías democráticas de este país.

Da miedo un Estado que prefiere la reja y la porra al diálogo, que tiene a ciudadanos en prisión preventiva por haber organizado un referéndum, que te registra la mochila buscando camisetas amarillas como quien busca bombas o que te acusa de terrorista por intentar cortar una carretera.

Da miedo un Estado del que la gente huye como se huía en la dictadura, un Estado, en fin, en el que las fuerzas y cuerpos de seguridad están, como nunca lo estuvieron, al servicio de un gobierno y un partido y bajo la mano de Zoido, el novio de la muerte, el del palco del Sevilla, el amigo de Alaya.

Un Estado en el que no sabemos cuántos vídeos hay guardados de cada uno de nosotros ni cuanta cárcel nos pedirán por algo y en el que todos empezamos a sentir el miedo de la arbitrariedad y la injusticia que imponen las bandas. De eso se trataba; de vivir con el miedo.

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