Señales de humo

José Ignacio Lapido

1962

PARECE que mis incertidumbres vitales se despejan definitivamente. Y para ello no he tenido que recurrir a una vidente argentina ni a un echador de cartas uruguayo. Ni siquiera he tenido que llamar a un arúspice etrusco para que abriera en canal un choto y leyera en sus vísceras lo que me depara el destino. He visto mi futuro escrito en la prensa, y dentro de poco lo veré en el B.O.E. Después del pacto entre patronal, sindicatos y Gobierno tengo dos cosas muy claras: 1.- Nunca cobraré la pensión máxima, y 2.- Me voy a jubilar con 67 años. Sí o sí.

¿Por qué puedo afirmarlo con tanta seguridad? Porque es imposible que yo llegue a cotizar a la Seguridad Social los 38,5 años reglamentados y porque los que nacimos en 1962 seremos los primeros a los que se nos retrasará la edad de jubilación 730 largos días con sus noches de insomnio incluidas.

Llamadme paranoico, pero estoy convencido de que Zapatero, que mientras hace las maletas no deja de matar moscas con el rabo, ha legislado ad hominem, pensando precisamente en mí. En vez de 1962 podría haber escogido el 66 o el 68, que fue cuando Massiel ganó Eurovisión; pero no, sin ninguna justificación aparente ha elegido justo el año de mi nacimiento para alargar definitivamente el castigo con el que Dios se vengó de Adán y Eva y, por defecto, del resto de los mortales.

Los nacidos en el 62 hemos conocido de primera mano infinidad de cambios sociales y políticos en este país. Aunque tuvimos que aprendernos el Cara al Sol y el himno de España con la impagable letra de Pemán, fuimos los primeros en no tener aquella siniestra asignatura llamada Formación del Espíritu Nacional. En la misa obligatoria de nuestra niñez escuchamos las primeras versiones castellanizadas de Blowin' in the wind en plan María Ostiz. Vivimos la transición del futbolín de toda la vida a las primeras máquinas de marcianitos, del Cine-Exín al DVD, y de los discos de vinilo de 45 rpm que regalaba Fundador a los cedés y a la desaparición del formato físico. Vimos algunas inauguraciones de pantanos por parte del Caudillo en el Nodo pero también asistimos a las primeras películas de aquello tan cutre que se llamó "destape". En nuestra adolescencia pasamos del blanco y negro televisivo al pal-color, de la muerte del dictador a la Constitución democrática. Un vaivén sociopolítico al que ahora se le pone la guinda: vamos a ser los primeros en pringar con todas las de la ley por un fin superior, no sé si heroico o patético: la viabilidad el Sistema Nacional de Pensiones

Gracias, señor Presidente. Mi agradecimiento es sincero: ¿no estamos siempre pidiéndole a nuestros representantes políticos que se olviden de debates impostados y se acerquen a los problemas reales de las personas? Pues aquí está la respuesta. Esta reforma de las pensiones parece hecha a mi medida pero, ¡oh porca miseria!, no para mejorarme la vida sino para joderme vivo.

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