Las dos orillas

José Joaquín León

Banqueros en la picota

SER banquero es muy difícil y además impopular, aunque seas del Banco Popular, o del Partido Popular, o hagas negocios en la República Popular de China. Ser banquero está mal visto en un país como éste, repleto de envidiosos, donde se critica a todo el que triunfa, desde el presidente Zapatero hasta el último mono del circo. Ser banquero es un fastidio, porque hay que llevar guardaespaldas a todas partes para defenderte, así de los enemigos como de los amigos de lo ajeno. Ser banquero y apellidarse Botín es todavía más difícil de explicar. Y para colmo, si te tocan unos milloncejos en el reparto previo a la Navidad que hizo la Administración de Loterías y Subvenciones del Estado, quieren que se los regales a las familias arruinadas y a las empresas ruinosas. ¿Acaso las familias premiadas en el sorteo de la Lotería de Navidad le regalaron un jamón ibérico a los banqueros? Al contrario, fue necesario mandar a los empleados por toda España, a ver si trincaban algún décimo premiado para custodiarlo, a cambio de conceder pingües beneficios a los agraciados. Y aún más: el Gobierno todavía no ha destituido al ministro impaciente, Miguel Sebastián, al que se le han iluminado las bombillas despotricando contra los banqueros. Pero a ningún ministro se le agota la paciencia ante el aumento de los impagos y los morosos.

Ser banquero es como ser Satanás en el mundo de los dineros. En los tiempos de la República, los comunistas pedían la nacionalización de la Banca; en los tiempos del franquismo, los falangistas pedían la nacionalización de la Banca; en los tiempos de la democracia, los de la izquierda extraparlamentaria empezaron pidiendo lo mismo, hasta que los tomaron por majaras. Por eso, me río yo ahora cuando algunos vuelven con esas historias.

El PSOE entendió que se puede ser de izquierdas sin renunciar a tener entre sus militantes a banqueros y cajeros de ahorros. ¿Quién dijo que ser un banquero moderno era patrimonio de la derecha? Se puede ser banquero desde todas las ideologías, incluso siendo de todas al mismo tiempo, así ganarán siempre los nuestros, como decía Pío Cabanillas, que no era banquero, ni tampoco socialista, sino de los que ganaban casi siempre.

En El banquero anarquista, el cuento de Fernando Pessoa que cité el pasado martes, dice el banquero: "¿Qué más podía yo hacer? ¿Obligarles a seguir el camino? Aunque pudiese hacerlo no lo haría, porque sería quitarles la libertad, y eso iría en contra de mis principios anarquistas. ¿Auxiliarlos? Tampoco podía ser, por la misma razón. Yo nunca ayudé, ni ayudo, a nadie, porque eso, al disminuir la libertad ajena, va también en contra de mis principios".

Pepiño Blanco lo ha recordado: "Tenemos paciencia ilimitada con los bancos". Por si le quedaba alguna duda al ministro impaciente.

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