Juan Prieto / Juanprieto@granadahoy.com

Que Bradley se vaya a su casa

La culpa no es del yanqui, si no de quien tomó la decisión de prescindir de Junyent y Fernández . Les echamos de menos

ES recurrente, pero no puedo olvidarme de Jesús Fernández y Oriol Junyent, y ya faltan sólo cuatro jornadas para terminar la Liga. Trato de analizar todo lo que ha ocurrido hasta ahora en este tiempo y deduzco que el gran batacazo que podemos darnos parte del gran error de la mala negociación con estos dos jugadores. Nos hemos jugado toda la temporada a una sola carta: el rendimiento de Borchardt, un excepcional pívot, pero muy propenso a las lesiones. Y la ausencia del yanqui ha roto todos los esquemas. De poder jugar la Copa del Rey a asomarnos al abismo de la LEB; de estar en el corte por arriba a convertirnos en el peor equipo de la segunda vuelta. ¿Todo por no jugar Borchardt? No, o sí, por no estar el estadounidense, pero también por no contar a partir de ese momento con juego interior de garantías. Con el dinero que se ha gastado en los dos parches -Corsley Edwards y Michael Bradley- se hubiera quedado Jesús Fernández, quien fue uno de los mejores pívots nacionales de la pasada temporada. Por cierto, lo escribo como lo siento. Es una vergüenza que Bradley cobre dinero por jugar al baloncesto. Al menos en Granada. Lo que este tipo está haciendo aquí desde que llegó clama al cielo. Lo peor es que se marchará con los bolsillos llenos y la próxima campaña engañará a otros incautos. No sé cuánto gana al mes, pero aquí no se ha ganado ni un euro de la nómina. Y no ya es cuestión de su escasa calidad, sino de su actitud. Le mandaría a su casa hoy mismo si no piensa cambiar. Y que conste que no le culpo de las últimas derrotas, porque aquí la cuota de responsabilidad se la tienen que repartir entre todos: directivos, técnicos y jugadores. Por gestiones pasadas y presentes. Menos mal que nuestro mejor aliado en esta campaña es el Estudiantes, con quien se mantiene el colchón de dos victorias gracias a la gran primera vuelta. Pero no olvidemos que restan cuatro jornadas y los estudiantiles aún tienen que visitar el Palacio. Ellos, como nosotros, dependen de sí mismos.

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