¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Breve encuentro

La gélida cordialidad del socialismo oficial andaluz recibió a Pedro Sánchez en la muy 'susanista' Sevilla

La cita entre Pedro Sánchez y Susana Díaz fue en una habitación de un NH de Sevilla, uno de esos hoteles funcionales más pensados para la soledad de los ejecutivos errantes que para los abrazos de los amantes; el mismo en el que Javier Pérez Royo -el constitucionalista de guardia de la izquierda española- se encerró todo un fin de semana con un líder abertzale para hacer potables los estatutos de Sortu; ubicado, para más señas, en el edificio en el que el ex presidente andaluz José Rodríguez de la Borbolla tiene un despacho desde el que observa el orbe y aconseja -cuando se deja- a la jefa de San Telmo. El NH de la Avenida Martínez Barrio -en honor del republicano y masón andaluz-, es un auténtico no-lugar, término que el antropólogo Marc Augé acuñó para referirse a los espacios en los que siempre estamos de paso; esos aeropuertos, restaurantes de comida rápida o tiendas de móviles de lujo que son iguales en Singapur o en Granada y que la memoria apenas retiene. Carne posmoderna de olvido.

En este hotel de tonos grisáceos, bajo el paraguas del Foro Joly, Susana y Pedro intentaron escenificar la distensión tras siete meses sin verse las caras. No coló. Después del breve encuentro en la habitación, que apenas duró media hora, Sánchez entró en el salón donde se iba a celebrar el acto en un clima frío, sólo animado por los flashes. La gélida cordialidad del socialismo oficial andaluz recibió al secretario general del PSOE en la muy susanista Sevilla. Mucho militante con cargo y poco aplauso. Demasiado miedo, incluso para un país cuya cultura política, tanto en la izquierda como la derecha, pasa por el ejercicio permanente del terror orgánico.

Era una buena oportunidad para que Pedro Sánchez hubiese demostrado que su mando se extiende a todo el PSOE, incluyendo a la díscola Andalucía. Pero la desperdició. Se vino abajo y apenas podía disimular su contrariedad por no sentirse jaleado por los que se suponen sus compañeros de partido. Cariacontecido, se puso a la defensiva. Algunas de sus partidarias hablaba de "encerrona" donde sólo había preguntas lógicas de informadores y público: ¿qué pasó con la España plurinacional? ¿Por qué no facilita la aprobación de los PGE para anular el chantaje del PNV? ¿Son las baronías un problema para su liderazgo? ¿Es posible un pacto PSOE-Ciudadanos? Sánchez vio amenaza donde sólo había periodismo. También comprobó, una vez más, que su imperio se detiene en Despeñaperros.

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