Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Calendario flamenco

Las fechas de inauguración de cualquier proyecto siempre permanecen como el horizonte, a la misma distancia

Tras veinte años de espera, diez de obras y cuatro aplazamientos, los responsables del asunto mandaron de nuevo la entrada en funcionamiento del metro a la eme de marzo. Y ahora nos sorprenden con que lo que se inaugura entonces es un trimestre de entrenamiento, un periodo de pruebas en horario de nueve a tres y con una frecuencia de paso de sesenta minutos. Esto es, que el tranvía llega tarde antes de empezar y que en vez de metro vamos a tener 49 centímetros… eso si no se produce otro retraso al otoño o al año próximo. Junta y Estado, Gobierno central y autonómico, PSOE y PP exhiben idéntico comportamiento con Granada, la misma puesta en escena, el mismo descaro, el mismo desprecio. Iñigo de la Serna, ministro de Fomento, rodeado de todos los palmeros del PP provincial, anunció hace once días que la llegada del AVE, al cabo un talgo rápido que empleará más tiempo en arribar a Madrid que el que comunica la capital con la más lejana Málaga, se posponía a 2018. Y anteayer el consejero andaluz del mismo ramo, Felipe López, maquilló la enésima demora de la inauguración del metro sin que se escapara una mueca de reproche de los representantes del PSOE que le servían de claque. Los representantes ciudadanos no muestran empacho ni sonrojo alguno para faltar a la verdad, desplegar el arte de la prestidigitación política y lograr que, por más que el tiempo pase y creas que te acercas a ellas, las fechas de inauguración de cualquier proyecto siempre permanezcan, como el horizonte, a la misma distancia.

Si lo dicho es grave, no lo es menos que el presupuesto inicial del metro se fijara en 260 millones de euros y hoy sepamos que superará los 558. Este incremento escandaloso convierte cualquier inversión en un jeroglífico, hasta el punto de dificultar enormemente el control sobre el gasto y provocar que la obra pública en España haya costado algunos años el doble que en ¡Alemania! El hecho no es baladí. Puede inducir a la sospecha de que colocan a los más torpes a calcular el gasto público. O provocar que surja un Spiritren, o un metroman, y nos recuerde la suma cero. El dinero, como la energía, no se destruye: una se transforma y el otro cambia de manos. Si todos perdemos, ¿quién gana con esta acostumbrada dilación y sobrecargo de los grandes proyectos? ¿A quién beneficia este inevitable calendario flamenco?

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