Caminos, trenes y aviones

Aunque nos costase tres veces más de lo debido, el camino vertebral de la A-92 ha sido crucial para Andalucía

Con un prólogo deliciosamente granadino de Melchor Fernández Almagro; y en aquel papel grueso y esponjoso de la posguerra; publicaba Espasa Calpe, en 1942, una novela no menos granadina, ópera prima; y que sepamos única; de Pedro Barragán, titulada Zafarí. En una prosa rica de exuberante léxico, luminosa en las afortunadas descripciones paisajísticas y de los diversos tipos de criaturas humanas que a su trama concurren, narra Barragán una historia compleja que, por momentos, casi adquiere visos de epopeya del azúcar y que se desarrolla tras el inicio de la misma, a través de un viaje en galera a Motril, magistralmente narrado, desde Granada por el Valle de Lecrín y la Alpujarra. Pese a los elogios del crítico de ABC fue, como hemos dicho y que sepamos, obra única de su autor del que nada más hemos sabido.

Aquellos caminos de fines del siglo diecinueve, se mantuvieron prácticamente y en lo que a la Alpujarra se refiere, iguales casi hasta bien avanzado el comedio del siglo siguiente. Recuerdo que hicimos un viaje en un flamante Seat 600 que mi padre; como tantos otros españoles de clase media; había adquirido sobre el año 1965, al pueblo de mi abuela Esperanza: Jorairátar, una casi aldea pasado Ugíjar, más allá y antes de Canjáyar, éste ya en Almería. Se me quedó grabada la enorme cantidad de polvo que pudimos tragar en la aventura atravesando la Alpujarra. Las inacabables curvas del camino que superaba con mucho lo tortuoso y el cansancio de los continuados saltos no hicieron a mi padre cejar en su empeño.

Probablemente la alegría de la propia aventura y la belleza inenarrable del infernal camino, las prodigiosas luces, el aire y el cielo alpujarreño, las casas umbrosas, los huertecillos, la pequeña alberca a la entrada de la aldea en la que los niños jugábamos en el frescor de las acuáticas ovas, bajo la gran higuera, nos debieron hacer olvidar el fatigoso camino.

Luego vi construir, para el emblemático año de los Descubrimientos y la Expo de Sevilla, la archifamosa autovía del 92. Con sus fraudes de construcción, firme insuficiente en tramos determinados que, a poco se convirtieron en no menos famosos maletines repletos de apestosos billetes y que acabaron con sus trajinantes, donde tenían que acabar: En los juzgados. Pese a todo y aunque nos costase tres veces más de lo debido, aquel camino vertebral fue crucial para Andalucía.

Así, poco a poco he sabido; hemos sabido; que los pueblos avanzan hacia su propio futuro por las comunicaciones: Los caminos, los trenes y los aviones. Cuanto menos de eso tengamos, más lejos estará nuestro propio futuro y el de nuestros hijos y el de nuestros nietos. ¿O no?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios