Mar adentro

Milena Rodríguez Gutiérrez

Campaña electoral

EL 9 de marzo queda cada vez más cerca. Los medios de comunicación ofrecen sondeos casi a diario; transmiten anuncios electorales con elevada frecuencia y hablan constantemente de campañas, mítines y debates; de las propuestas y de la imagen de los candidatos presidenciables (sic). Los buzones de correo se llenan de propaganda electoral.

No parece reinar el mismo entusiasmo, la misma efervescencia entre la gente de a pie que en los partidos, televisiones, periódicos y buzones. Uno ve a la gente por las calles y casi nada delata que estén asistiendo, o participando, en un hecho trascendental para España (y para Andalucía, en lo que respecta a los ciudadanos de esta Comunidad Autónoma). Salvando las distancias, el contraste me hace recordar un chiste cubano. Alguien decía, con aparente conmoción: "¡Fulana, han sacado la carne!". A lo que la otra contestaba ansiosa: "¿Dónde?". Y la respuesta, sarcástica: "En el noticiero" (telediario, para entendernos). Parece así como si el tiempo de elecciones sólo habitara en los medios de comunicación, y no en la vida real de los ciudadanos. Aunque la numerosa audiencia del primer debate entre Zapatero y Rajoy (veremos qué sucede en el segundo) hacen pensar que ese tiempo a veces se cuela en las vidas y las casas de la gente de a pie. Pero muy de vez en cuando.

Son diversas las razones que explican esta escasa emoción ciudadana. Por ejemplo, la ausencia de listas abiertas. O las notorias limitaciones e injusticias de una ley electoral (que ningún gobierno ha osado modificar) que favorece a los partidos nacionalistas muy por encima de cualquier otra fuerza minoritaria (¿cuántos votos ciudadanos se pierden, quedan sin representación, sólo por el hecho de no estar concentrados en una misma provincia?). La lógica falta de interés de unos inmigrantes obligados a pagar impuestos, pero sin derecho a votar (ni aún en las municipales) es también, desde luego, causa del bajo entusiasmo.

Graves noticias publicadas este fin de semana en El País ofrecen nuevos motivos para el desánimo. Se denuncia allí el control absoluto de los partidos mayoritarios sobre las imágenes de la campaña proyectadas estos días en las televisiones: sólo autorizan a emitir aquello que los propios partidos filman. Con esta vuelta de tuerca, la campaña electoral española empieza a habitar, no ya en los medios, sino sólo en las sedes de los propios Partidos. O sea, como si la carne en Cuba llegaran a sacarla no ya siquiera en el noticiero, sino a través de una cámara colocada directamente en la sede del Comité Central.

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