La pirámide de maslow

Esther / Ontiveros

Cara y cruz de la globalización

EL verano pasado cayó en mis manos el libro El hambre en el mundo contada a mi hijo, de Jean Ziegler, adalid del derecho a la alimentación en la ONU, donde el autor explica de forma muy sencilla cómo el oligopolio de unas cuantas empresas sobre la producción mundial de cereales es la causa de los principales males de la Humanidad. En el catálogo de aversiones que hacen del hombre el ser más destructivo del planeta (guerras, genocidios, exterminio de especies protegidas, contaminación masiva, terrorismo…) no figuraba para mí hasta ese entonces la especulación con los alimentos. Desconocía que un par de grandes firmas tienen comprimida en el puño de sus manos la principal producción alimentaria mundial y la dispensan cuando, como y donde la caja pide y no en función de donde más se necesita.

Ahora que la población de los principales países productores de arroz como China, India o Brasil también come, resulta que tocamos a menos y, como cualquier bien que da síntomas de escasez (real o anunciada), se convierte en objeto de especulación. Los distribuidores se frotan las manos con avaricia. Aunque el arroz es un grano fácil de producir a demanda, lo verdaderamente interesante ahora es restringir la oferta para que la presión de los consumidores, que en este caso somos todos los que tenemos el feo vicio de comer a diario, actúe como colchoneta para los precios.

Lo curioso es que España es la segunda mayor productora de arroz de Europa y hasta la fecha, y nada indica que esto vaya a cambiar, no se ha dado el más mínimo atisbo de desabastecimiento en el mercado nacional. Sin embargo, la subida del precio de este grano figura entre los principales causantes de la inflación que quita el sueño al ministro de Economía. De la misma forma que la oficina de la esquina de nuestro banco ya no nos presta dinero para comprarnos la tele de plasma porque a los americanos se les ocurrió conceder hipotecas basura a sus compatriotas, esta globalización que nunca acabaremos de entender ha obligado a la tendera del barrio a encarecer el pan un 20 por ciento porque las multinacionales estadounidenses anuncian restricciones en previsión de una futura carestía. Curioso, ¿no? Da la sensación de que hay alguien que se lo está llevando calentito…

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