MARÍA Dolores de Cospedal, como presidenta del Gobierno castellano manchego, acaba de conceder un premio a Cáritas. Bien por Cospedal, muy bien, y ojalá otros responsables políticos muestren su misma sensibilidad a la hora de repartir títulos y honores.

En estos tiempos de crisis aguda, de emergencia, algunas de las organizaciones no gubernamentales están dando el do de pecho, y Cáritas se lleva la palma a pesar de que sus recursos son muy limitados. Todos los días hace suyo el milagro de multiplicar los panes y los peces, y con muy poco dinero pero con la ayuda de miles de voluntarios -es impresionante cómo reaccionan los españoles ante la adversidad- llega allá donde no pueden llegar las administraciones públicas. Da de comer, escucha a quien llega con un problema y trata de solucionarlo o paliarlo, ha abierto centros para atender a niños y mayores, resuelve trámites sanitarios, organiza almuerzos para alumnos cuyos padres se han quedado sin posibilidad de costear el comedor escolar, y viste y calza a quienes no tienen ni siquiera para vestir o para calzar, aunque en muchos casos forman parte de familias de clase media que hasta ahora jamás se habían enfrentado a un problema de subsistencia e incluso disfrutaban de unas semanas de buenas vacaciones.

La crisis sería mucho más grave, mucho más profunda, sin Cáritas. Y sobre todo sin la sensibilidad y la delicadeza de las gentes de Cáritas, que además de dar más de lo que reciben, saben cómo hacerlo para que no sufran más de lo que sufren los hijos de quienes de golpe se han encontrado en la miseria. En sus comedores sociales siempre hay un plato caliente para quien acuda, pero se atiende igualmente a quienes van con su fiambrera para llevársela a casa y los críos piensen que su madre o padre han ido a la compra como siempre y han cocinado como siempre. De esa manera no sufren la angustia de ver a su familia en paro y sin posibilidad de hacer frente a sus necesidades más urgentes. Pero en Cáritas saben cómo hacer llegar alimentos no perecederos a cualquier rincón sin que lo sepan vecinos excesivamente curiosos, o cómo hacer llegar ayuda a través de miembros de la familia en situación de desamparo económico.

No es la única organización que merece elogios, pero es tanto su tesón, su amplitud, su dedicación, el empeño en ir más lejos de lo imaginable en esta situación de emergencia, que se ha convertido en el referente más próximo para millones -sí, millones- de españoles. En su única tabla de salvación. Cáritas es de todos porque atiende a todos sin pedir DNI, carnets ni pasaportes. Merece, además de reconocimiento público como el de Cospedal, que se haga un esfuerzo para que puedan mantener su tarea. Y ya puestos, merece también que ningún ayuntamiento les exija el pago del IBI.

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