HACE unos días llegaron a mis manos varios ejemplares de una colección de clásicos adaptados de la antigua editorial Bruguera. Encuadernados en tapa dura, con sobrecubierta en papel dorado, parte de ellos aparece narrada en forma de historieta que se intercala con el texto abreviado del original. Las ilustraciones en blanco y negro nunca tenían el mismo valor que las palabras aunque brindaban un descanso en la lectura y una manera más rápida de pasar páginas. Siempre se planteaba la eterna disyuntiva que sufrimos todos los lectores cuando una obra nos provoca placer, querer acabar pronto el libro y el deseo de que nunca se termine. Entonces la oferta para niños y adolescentes era pobre y se reducía a los olvidados cuentos troquelados y a las numerosas versiones de los clásicos de la literatura infantil: Perrault, Andersen o los hermanos Grimm. De sus obras se han alimentado el imaginario de millones de niños y los bolsillos de no pocos editores o creadores de cine y televisión. La evolución de este apartado de la adición ha sido extraordinario y hoy es posible disponer de una variada y rica producción donde elegir que causa mas interés en los padres que en sus naturales destinatarios.

Para los primeros años en los que el niño aún no sabe leer los mayores tenemos los socorridos cuentacuentos, selección de breves historias que un poco de entonación por nuestra parte hace que los más pequeños las sigan con atención. En nuestro tiempo la lectura en voz alta está ligada principalmente a la imagen de un adulto con un niño en las rodillas. Es curioso observar en estas edades tempranas, a diferencia de los adultos siempre anhelantes de nuevos estímulos, su preferencia por repetir las historias tal vez porque el mundo para ellos siempre es nuevo y ante tanta novedad la repetición de un texto les brinda más seguridad. Con ellos les ofrecemos un arsenal de vivencias y personajes con los que dar rienda suelta a su imaginación.

En estos días los chavales escriben ilusionados su carta a los reyes magos. En algunos colegios para ayudar a estos en su trabajo y con el fin de que todas las demandas sean oportunamente atendidas los pajes se ven en la obligación de abrirlas. Nos han hecho saber que sólo el 4 por ciento de las misivas solicitan libros frente a un 82 por ciento que demandan objetos electrónicos. La cantera se resiste y tal como están las cosas lo que antes era un regalo ordinario se va a convertir en un acto original.

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