EL AS EN LA MANGA

Ángel Esteban

Central Park

PASEANDO hace unos días por el Central Park, descubrimos que junto a la imagen de José Martí en su caballo, justo en el momento en que fue tiroteado por los españoles el 19 de mayo de 1895, hay otras dos estatuas ecuestres, la de Bolívar y la de San Martín. Además, se encuentran las tres en la entrada al parque urbano más grande de América, sobre la intersección con la Avenida de las Américas, a escasos metros de la plaza donde Broadway hace un recodo para sortear la estatua de Colón (Columbus Circle), y dejar un amplio espacio donde, aparte de los estudios de la CNN, está, en una de las torres gemelas de la 60, todavía en pie, el apartamento de Antonio Banderas.

Muchos símbolos en tan poco espacio. José Martí escribió en 1889 un cuento titulado Tres héroes, donde exaltaba la figura de Bolívar, San Martín y el cura Hidalgo (el de la independencia mexicana), y los llamaba "santos". Lo que no muchos perciben, y está más que claro, es que por debajo de las entretelas del relato, Martí estaba sugiriendo: "yo soy el cuarto". En Nueva York se han olvidado de Hidalgo, quizá porque no iba a caballo, y han colocado a Martí como tercer héroe. Y además mártir. Es el único de los tres pillado en el instante de dar su vida por la causa. No sabían, aquellos que colocaron la estatua en 1965, que el cutre sucedáneo actual de Martí en la isla les daría tantos quebraderos de cabeza durante más de 50 años, y que el todavía más cutre sucedáneo de Bolívar, con su circo denominado "socialismo bolivariano del siglo XXI", haría una conexión tan fuerte con su homólogo cubano como la que se encuentra simbolizada en la entrada del Central Park, llegando al ridículo extremo de comprarle médicos al dictador de la perla del Caribe, que no los necesita, a cambio de petróleo, que sí lo necesita (si lo administrara bien podría reflotar una economía que se va al carajo a velocidades astronómicas), y encomendar su curación a un hospital cubano, en lugar de quedarse en su país, con el consiguiente insulto a la profesionalidad de los médicos y hospitales venezolanos, y con el consiguiente insulto a los once millones de cubanos que tienen que llevarse hasta las sábanas de su casa (si las tienen), cuando deben ser ingresados en un hospital.

Probablemente, al compi venezolano, el mismo Fidel le habrá llevado un par de verdes y revolucionarias sábanas, recién lavadas, para que siga teniendo con los cubanos la generosidad que no tiene con los venezolanos. Si Bolívar y Martí levantaran la cabeza y se bajaran del caballo… se irían con García Lorca a tomarse unas copillas al Harlem hispano, y que le den por saco al futuro.

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