En tránsito

Eduardo Jordá

Clases pasivas

YO tenía una tía lejana que nunca se casó. Gracias a sus contactos con la Sección Femenina franquista, mi tía trabajaba en una misteriosa oficina de no sé qué organismo público. Cuando le preguntaban qué clase de trabajo hacía allí, contestaba con sequedad: "Clases pasivas". Esa frase misteriosa se me quedó grabada en la memoria: "Clases pasivas". Durante mi infancia nunca conseguí averiguar qué era aquello. Una vez se lo pregunté a mi tía, que me contestó con la lógica implacable de los burócratas: "¿Clases pasivas? Pero si la misma palabra lo dice: clases pasivas son clases pasivas. ¡Estaría bueno que fueran otra cosa!".

Ayer me asomé al balcón a tomar un poco el fresco, y al ir mirando los balcones de mis vecinos, me acordé de mi tía y de su misteriosa oficina dedicada a las clases pasivas. Y es que yo mismo estaba rodeado de clases pasivas por todas partes. Mirara adonde mirase, sólo podía ver clases pasivas. Una gran parte de mis vecinos ya se habían convertido en prejubilados o en pensionistas. Había dos en la primera planta, una señora en el balcón de enfrente, otra más en el cuarto, otro en el quinto, otro en el ático. Luego intenté calcular cuántos de nosotros pertenecíamos aún a las "clases activas". El resultado fue desolador: sólo un treinta por ciento de los vecinos tenía un trabajo productivo. Y de esa treinta por ciento, sólo un diez por ciento -siendo muy optimistas- tenía un sueldo que no dependiera directa o indirectamente de la Administración.

Está claro que mi vecindario no tiene ninguna representatividad sociológica, pero es innegable que las clases pasivas van aumentando sin parar. Cada vez que una empresa -pública o privada- intenta sanear su situación, un gran número de empleados tienen que convertirse en prejubilados. A veces esas personas ni siquiera han cumplidos los 50 años, pero tienen que irse a su casa y buscarse una forma de pasar el tiempo. Y si hay tanta actividad en internet, si hay tantos trolls y hackers que le hacen la vida imposible a la gente, si hay tanto bocazas irascible en los blogs, es porque un gran número de personas desocupadas se sientan cada día delante del ordenador sin ninguna otra cosa mejor que hacer.

Yo no sé mucha economía, pero es evidente que una situación así va a ser muy difícil de sostener. Por cada persona que trabaja en la empresa privada, hay como mínimo tres o cuatro -o quizá muchas más- que viven de una pensión o una baja anticipada o un subsidio, por muy precarios y miserables que sean estos subsidios. Será cuestión de tiempo saber quién va a poder mantener todo esto. Ante una situación así, mi tía se hubiera puesto a rezar (ella al menos creía que servía de algo). Nosotros ni siquiera podemos permitírnoslo.

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