I BA a titular esta columna "Una, grande, impune", pero he visto que ya había utilizado ese titular en otra ocasión. Así que me agarro a lo de rampante, que, según la RAE, significa "trepador, ambicioso sin escrúpulos", en su 3ª acepción, y "ascendente, creciente", en la 4ª. Me interesa también la 1ª: "Dicho de un león o de algún otro animal: Representado en el campo del escudo de armas con la mano abierta y las garras tendidas en ademán de agarrar o asir".

Aunque no haga falta, lo explico. La corrupción sistémica instaurada gracias a los modos de franquismo sin complejos del PP, ya no solo es impune; muestra "las garras tendidas en ademán de agarrar o asir", así, desafiante y chulesca, ya que a su base electoral la corrupción le resbala y no le pasa factura en las urnas. Nada que temer. Pruebas tenemos un día tras otro, en el que un caso entierra al siguiente.

El presidente de Murcia prometía solemnemente que dimitiría en cuanto fuera 'imputado' por el caso del auditorio de su pueblo, para agarrarse ahora a un simple cambio de nombre para la misma figura jurídica, hecha ad hoc por su partido, la del 'investigado', pura nomenclatura, y seguir tan ancho en su sillón. La lucha contra la corrupción en España se limita a establecer el momento en el que debe dimitir aquel al que cazan prevaricando, traficando (influencias) o malversando; lo de establecer controles que dificulten la comisión de estos delitos, es algo secundario.

De modo que el fiscal del caso Auditorio es sustituido fulminantemente, y cuando denuncia públicamente presiones propias de la mafia de Chicago años 20, el ministro de Justicia, Catalá, el tipo con la cara más dura del gabinete y el mejor lacayo del poder (su historial desde que siendo secretario de infraestructuras se encargara de que la investigación del Alvia quedara en nada y que toda la responsabilidad recayera sobre el maquinista, es de nota), se limita a decir, "Ah, que lo hubiera denunciado por los cauces habituales".

Es el mismo ministro, ojo, de Justicia, que proclamaba la independencia de la fiscalía al mismo tiempo que se permitía opinar sobre el trabajo de las fiscales del caso mencionado para quitarles la razón y dársela a sus jefes. Tan dura la tiene, la cara, que el otro día justificaba que a Urdangarin no se le aplicara la prisión preventiva, ni una mínima fianza, ni la retirada del pasaporte, "porque es y debe ser una medida excepcional". Que se lo digan a los millones de reclusos anónimos en prisión preventiva por delitos que no son de cuello blanco.

La justicia es igual para todos. Y los niños vienen de París.

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