Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Cristifú

Constituye una imagen pluscuamperfecta de la realidad del país: cuanto menor el delito, mayor el castigo

Cristina Cifuentes ya es una muñeca rota vestida de blanco y todo el país se ha lanzado a descuartizarla. No cae por el máster falsificado, ni por su conocimiento de los casos (presuntos o reales) de corrupción y financiación del Partido Popular, sino por la difusión de un vídeo guardado durante siete años en el que se la ve tratando de sacar productos de un hipermercado sin pasar por caja. La ex presidenta madrileña, la gran esperanza rubia, la mujer destinada a blanquear el PP debió entender que la regeneración empieza por una misma y se regaló dos tarros de crema antiedad cuyo valor rondaba los 40 euros. ¡Para la cara y por la cara! Esa es la primera paradoja y constituye una imagen pluscuamperfecta de la realidad del país: cuanto menor el delito, mayor el castigo. Mientras ella sufrirá una vergüenza y una humillación sin par, señoras y señores que han saqueado el tesoro común mantendrán la cabeza alta confiados en que un defecto de forma, una prescripción, un buen abogado o un despiste judicial les permitan seguir infamando la vida pública. Es evidente que, con lo sabido, Cristifú no merece sobrevivir en política, pero no menos cierto es que sólo una persona afectada de cleptomanía arriesgaría el futuro, y el sueldazo que obtenía como vicepresidenta de la Asamblea de Madrid en el momento del hurto, por una cantidad tan insignificante de dinero. Luego, una vez apartada del cargo, lo que merece es compasión. En el periodismo, como en el boxeo y como en la vida, lo elegante es golpear al adversario, o al malvado, y retirarse… pero nunca bailar sobre el vientre del caído.

La tragedia continúa. A nadie con las luces largas se le escapa que infinitamente más grave que el robo de unos tarros de crema es el pitufeo instalado en la Universidad, el hecho de que cualquier idiota, corrupto o enfermo pueda llegar a presidente del Gobierno de Madrid, o de la Nación, y que la vida privada ha desaparecido en España. Ajeno a eso, Albert Rivera se ha apresurado a obtener ventaja y declarar que sólo apoyará a un "candidato limpio" para presidir la Comunidad de Madrid, consciente de que el poder, el real, el que no tiene rostro, está a un cuarto de hora de concluir que ese partido no tiene solución, de que el candidato limpio del PP está en Ciudadanos. Queda la pregunta postrera: ¿Cuándo caerá el próximo?

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