Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Cristina sefuerte

Desde su creación se rumoreaba que la Universidad Rey Juan Carlos era al PP lo que la Carlos III al PSOE

La Fiscalía ya investiga el caso y una profesora asegura que su firma fue falsificada y nunca formó parte del tribunal que la examino. La mofa inunda las redes, donde ya se refieren a la presidenta de la Comunidad de Madrid como Cristina Sefuerte y se habla del máster que obtuvo en diferido. Pero Cristina Cifuentes no es el problema, es el síntoma. Lo menos relevante es si asistió o no a las clases, si le regalaron el título o si estaba más preparada para recibir un mastercard o un masterchef que un máster en financiación autonómica. Que dimita, la cesen o la dejen viva y agonizante, cociéndose a fuego lento hasta las próximas elecciones autonómicas, tampoco es capital. A nadie sorprende un nuevo escándalo en el PP y cualquier miembro de ese partido que afirmara hoy que la mayoría de los políticos son honrados y nos encontramos ante un episodio de corrupción, corruptela o malas prácticas aislado provocaría la carcajada general. Lo grave es la sensación de que el saqueo afecta a todo el cuerpo social, de que no hay institución que no se encuentre infectada.

Prácticamente desde el momento de su creación se rumoreaba que la Universidad Rey Juan Carlos era al PP lo que la Carlos III al PSOE, un centro en el que primaba la promoción y el mutuo apoyo entre los profesores de derechas, pero nadie imaginaba entonces que se pudieran producir hechos de semejante envergadura. La Universidad es el lugar donde la política se expresa con la máxima crueldad revestida de las formas más delicadas. Basta recordar la Universidad franquista, también la granadina, donde las cátedras se heredaban de padres a hijos y numerosos departamentos estaban colmatados con los mismos apellidos, o con los de los familiares (maridos, esposas, yernos, cuñados) de los miembros destacados de la facultad. Creíamos que ese tiempo había pasado y ahora, con la inmolación de la gran esperanza rubia, de la mujer que supuestamente encarnaba la renovación de un partido que se sostiene contra toda lógica y moral en el poder, descubrimos que, o bien nunca pasó, o ahora ha vuelto. Si a la noticia sumamos que la justicia alemana, tal y como adelantamos en esta misma columna, considera "inadmisible" atribuir el delito de rebelión a Puigdemont, con todo lo que eso supone para el descredito internacional de los tribunales españoles, la impresión general es que el PP actúa como el más peligroso de los partidos antisistema, de que no hay institución que se libre del descrédito y el desapego popular. ¡Estamos tocando fondo!

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