Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Diabetes

HACE ahora algo más de una semana recordábamos que nuestra principal hucha, nuestra cartilla nacional a plazo fijo, es decir, el Fondo de Reserva para pagar pensiones puede estar liquidado dentro de algo más de un año si nuestras corrientes de ingresos y gastos públicos no cambian radicalmente sus pautas. Algo que, huelga decir, es harto improbable. Son nuestra pirámide de población y nuestros bajos niveles de empleo y salarios los síntomas de una silente diabetes colectiva, indolora y terrible. No generamos los recursos suficientes para atender a los compromisos y gastos corrientes, incluidos los intereses de una deuda pública que es huevo -o quizá gallina- de nuestro déficit público. El círculo vicioso -déficit, deuda, agotamiento de la hucha- tiene en el papel de gallo que fecunda el huevo de la gallina a nuestra atonía económica, a la falta de crecimiento del país, que no da para lo que tiene que dar. El gallo de los ingresos ya no tiene la velocidad seminal adecuada. El gallo da señales de agotamiento. Nuestra economía crea muy poco empleo privado de cierta calidad y con vocación de permanencia. Otro secreto a voces.

No hace falta ser un lince presupuestario para prever qué va a suceder, qué vamos a hacer para apuntalar la vivienda común. En definitiva la macroeconomía no es más que un trasunto a lo bestia de las economías domésticas, un agregado que, en esencia, no difiere de una economía familiar y sus encajes de bolillos parar tirar para adelante. La medida de urgencia que aplicará quien esté en el Gobierno tiene un sentido doble: incrementar los ingresos, reducir los gastos. Y ambas cosas combinadamente. Si usted -oh, privilegiado- tiene salario, rentas o beneficios empresariales, dé por hecho que le van a subir los impuestos. Si usted es clase media asalariada, dése desde ya por fastidiado, por decirlo suavemente. Los impuestos son la válvula presupuestaria de efecto más inmediato. Y después, o simultáneamente, aunque nadie parezca darse cuenta, volverán los recortes (ojo, no sólo nuevos recortes sociales, sino recortes drásticos en las pensiones más altas). El Gobierno que adopte tales medidas puede dar por segura su derrota en las siguientes elecciones. Quizá por ello aquí nadie -salvo el fracasado Sánchez, que muere por posar su trasero y el de su señora en el sofá capitoné de La Moncloa- quiera realmente gobernar, y menos con la jaula de grillos que es nuestro Parlamento. La biodiversidad, en política, es un camelo. A los hechos nos remitimos.

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