Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Dialogadores

En el parlamento es donde una sociedad madura dirime sus conflictos, no en oscuros conciliábulos

Han surgido voces, unas mesuradas y otras estentóreas, recomendando, solicitando e incluso exigiendo que se recurra al diálogo para resolver el conflicto independentista. Insisten en que este es un problema político que no puede resolverse aplicando la ley y por tanto, requiere una solución estrictamente política. Como si la política fuera algo superior y etéreo. Y pontifican desde una autoproclamada neutralidad que no soporta el más mínimo examen. Hay incluso quienes, como el Cardenal Martínez Sistach, Arzobispo Emérito de Barcelona, califican de dolorosa la prisión provisional de los líderes independentistas. Pero no recuerdo que les provocara ninguna desolación la aprobación de las mal llamadas leyes de desconexión o la declaración unilateral de la independencia. Resulta un tanto contradictorio que les aflija el cumplimiento de la ley pero no les atormente su vulneración consciente, constante y reiterada.

Nunca es reprobable el diálogo. Pero pretender que un estado soberano se siente a negociar de igual a igual con un simple grupo político, insulta a la inteligencia y supone un profundo desprecio al resto de los españoles, sean catalanes o no. Al parecer, el derecho a decidir está en función de en qué orilla del Ebro se nace o se reside. El foro para dialogar y debatir es el parlamento. Es ahí donde una sociedad madura dirime sus conflictos, no en oscuros conciliábulos ni en pactos acordados entre bastidores. Las Cortes Generales y el Parlamento de Cataluña son los foros en los que cualquier partido, sea regionalista, nacionalista o independentista debe defender sus propuestas y buscar acuerdos para plasmarlos en leyes. Nuestra democracia no le ha cerrado las puertas a ninguna ideología ni impide expresar ninguna idea. Vivimos en una monarquía parlamentaria en la que los partidos pueden declararse republicanos, abominar de España o desear su destrucción y no por ello se les prohíbe concurrir a las elecciones o formar parte de cualquier gobierno. ¿Tiene sentido, entonces, apelar a un diálogo fuera de los cauces constitucionales que todos nos hemos dado? ¿O están, los apóstoles del diálogo actuando de quintacolumnistas del independentismo o cuando menos, de apaciguadores de los radicales?

En este caso, me gustaría recordar la frase con la que Churchill les definió: "Un apaciguador es alguien que alimenta al cocodrilo, esperando que se coma a otro antes que a él".

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