PARA mí, la saeta no es más que una simbiosis de las más variadas formas musicales y siempre al aire y ritmo de los intérpretes. Como también opino que la saeta es una forma derivada de la toná o una forma salmodiada de los cantos litúrgicos que ha empleado la iglesia católica. Hay, por tanto, una mutua influencia entre las formas musicales de la Iglesia y las que emplea el pueblo. Llega un momento en que deja el pueblo de expresar esa religiosidad a través del canto. Surge, entonces, el 'profesional' de la saeta, que toma formas musicales que no están al alcance del pueblo sencillo y llano: seguiriyas y tonás. Porque, a la verdad, ninguna persona ajena al cante jondo es capaz de interpretar debidamente una saeta por seguiriyas o tonás en el sentido pleno que merecen estos estilos flamencos.

Aquí nace, pues, la llamada 'saeta flamenca'. Hay quienes piensan que la saeta comenzó a aflamencarse hacia el último tercio del siglo XIX, momento en que el cante jondo da sus primeros pasos hacia la grandeza, reconocimiento y admiración que llegaría a tener, aunque también ha sufrido terribles desprecios. Otros, no obstante, creen que es hacia el primer tercio del siglo XX cuando los cantaores profesionales dan rienda suelta a sus formas seguiriyeras en la saeta, acordándose de los cantes del Nitri, Silverio, Marrurro, Curro Durse, Enrique el Mellizo, Manuel Molina, hasta llegar a su máxima culminación con los ya míticos personajes como Manuel Torre, Antonio Chacón, Niño Gloria, Manuel Centeno, Niña de los Peines, Cojo de Málaga, Manuel Vallejo y Antonio Mairena.

Clasificación de las saetas

Tampoco hay unanimidad de criterios en cuanto a la clasificación de las saetas. Es natural que así ocurra en un cante tan íntimamente relacionado con el subjetivismo del intérprete ya sea creador de las letras o quien las interprete o cante. Y ese mundo es infinitamente mayor que el del sentido musical de la copla en sí. Llevado por esta idea, Ricardo Molina -Mundo y formas del cante flamenco- hace una clasificación de las mismas, atendiendo al tema literario y sus relaciones con otros cantes. Así tenemos: la saeta descriptiva, la saeta laudatoria, la saeta plegaria y la saeta exhortativa.

Luis Montoto hizo la siguiente clasificación: saetas narrativas, saetas explicativas y saetas afectivas.

Rafael López Fernández también las clasifica así y las define de forma detallada. La saeta narrativa es la que narra la Pasión y Muerte de Cristo. Estas saetas son muy primitivas no sólo porque proceden del romance o copla rapsódica de la Pasión del Señor que los cofrades incorporan a sus procesiones de penitencia en la Semana Santa, sino porque su melodía delata su antigüedad y parentesco con el canto llamo salmodiado, así como su gran parentesco con la oración de la noche que los almuédanos del Norte de Marruecos cantan y tanto recuerdan a las llamadas quintas y sextas marcheneras. Donde todavía se encuentran este tipo de saetas es en Marchena, Arcos de la Frontera, Cabra, Lucena y Puente Genil. Su aparición se desarrolla durante todo el siglo XVIII. La saeta explicativa es la que da a conocer al pueblo los pasos o representaciones de las procesiones de Semana Santa. Estas saetas aparecen también durante el siglo XVIII y en los pueblos antes citados. Téngase presente que Marchena (Sevilla) es uno de los centros saeteros más importantes. La saeta afectiva es la que manifiesta, ante todo, afecto, devoción, súplica, emoción, sentimientos subjetivos... Es una copla suelta, aislada, verdadera creación popular; su estilo sobresale por su armoniosa musicalidad. En la saeta afectiva desaparece toda la reminiscencia del canto llano incorporándose el ¡AY! Hondo, como lamento, diferente también del ¡AY! Desgarrador de la saeta aflamencada. Esta saeta se diferencia de las anteriores en que ya no es cantada por los cofrades, como las narrativas y explicativas, sino que la cantan desde la puerta de una casa o desde la reja de la cárcel el simple devoto o el preso. Este tipo de saeta se extendió rápidamente por toda Andalucía. Su nacimiento se fecha hacia el año 1840, época coincidente con la aparición y desarrollo del llamado Cante Jondo.

Las saetas relacionadas con los cantes flamencos, conforme al criterio del tratadista Ricardo Molina, se pueden distribuir de la siguiente manera: saetas derivadas de las tonás, saetas derivadas de las seguiriyas y recitales salmodiados con evidente influjo de los cantos litúrgicos de la Iglesia en los Oficios de la Semana Santa.

Otros autores han clasificado las saetas de la siguiente forma: saetas de pasión / llanas, saetas por tonás, saetas por carcelera, saetas por debla, saetas por seguiriyas (diferentes modalidades según el cantaor recordado) y saetas por martinete (que no es más que una forma de toná).

Como puede apreciarse, la toná es la base de las saetas; y la toná -no se olvide- hunde sus raíces en los romances. En síntesis: la saeta se aflamenca por la capacidad musical e interpretativa de los cantaores. Por eso el flamenco es una música especial y tan clásica como la llamada tradicionalmente música clásica. y si la analizáramos objetivamente, es posible que aún fuera más clásica. Pero esta concepción no corresponde a este brevísimo estudio de la saeta en sus aspectos históricos, literarios y musicales. Hay algo, no obstante, rigurosamente cierto: todas estas diferentes formas de saetas se han cantando, desde siempre, en toda Andalucía y siguen cantándose e irradiándose hacia otros lugares: Murcia, Madrid, Extremadura, Barcelona, etc. De ello puedo dar testimonio fehaciente y objetivo con mi presencia como intérprete dado que me cabe la enorme suerte de haber ganado, en noble lid, la Saeta de Oro de Sevilla, en marzo de 1970.

¿Por qué sucede esto? Porque la saeta no tiene propiamente una música determinada sino que está en consonancia con el sentir espiritual del intérprete. Por cuyo motivo se puede cantar una saeta por cualquier estilo flamenco existente siempre que se le impregne el sello característico de esta modalidad cantaora: sentimiento, fe y amor. Y digo esto porque hace más de 40 años que ensayé una saeta por malagueña de Enrique el Mellizo, la cual tiene parecido musical con el gregoriano; me vi moralmente obligado a grabarla para que los 'aficionaos' la aprendieran. Y tuvo una magnífica aceptación en el mundo flamenco. Yo siempre he creído que la malagueña es un cante muy apropiado para interpretar esa modalidad flamenca definida como 'cante oración'. Eso es para mí la saeta.

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