Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Don de gentes

YO no sabía, hasta que leí las declaraciones del concejal de Cultura, Juan García Montero, que el afortunado coordinador de la Escuela Municipal de Flamenco de la zona norte, Antonio Vallejo, era, por este orden, gitano, gay y del PP. Me constaba que vivía en Cartuja, pero no sabía (ni me importa) cuál es su etnia, sus preferencias sexuales ni su carné político. Para qué. Sí sabía, en cambio, que este peculiar protegido de José Torres Hurtado cobraba 40.000 euros anuales de un Ayuntamiento castigado por las deudas y que ha rebajado notoriamente el presupuesto en todas sus áreas. Y basta ese dato, el del salario que percibe Vallejo de una institución gobernada por su partido, para que salte la alarma. ¿Clientelismo, pago de prebendas o salario justo? Dice Carmen García Raya que Antonio Vallejo carece no ya de titulación sino de la mínima preparación para ejercer el cargo, aparte de que le guste su barrio y el flamenco.

Supongamos, sin embargo, que el coordinador de la escuela es una persona dotada de elevadas cualidades docentes adquiridas por transmisión, digamos, biológica. Vale. Olvidemos esta objeción y pasemos a la siguiente. Vallejo, como ha reconocido García Montero, es del PP. ¿Ha sido éste el mérito decisivo de su currículo que ha tenido en cuenta el alcalde para otorgarle su favor? ¿O hay algún otro oculto, que no ha trascendido, pero que aquilata la trayectoria de Vallejo?

Supongamos también que no llevamos razón, que su carné del PP no le ha servido para obtener la regalía. Entonces ¿serán sus méritos? ¿Su experiencia? ¿Su, como se decía antiguamente, don de gentes?

Al coordinador de flamenco yo sólo lo he visto una vez, como caudillo de una especie de brigada de choque que irrumpió en un pleno municipal con el propósito de impedir que unos vecinos manifestaran su descontento ante el alcalde. Fue, lo juro, un espectáculo bochornoso ver a aquel sujeto sacado en volandas por la Policía Local mientras pataleaba y repartía puñetazos y molinetes en el aire. No se me olvida la cara de sorpresa y vergüenza con que observaba la escena desde la mesa de presidencia el entonces delegado de Urbanismo Luis Gerardo García-Royo.

Pero también podemos prescindir de este tercer reparo, y objetar que su conducta durante el pleno fue producto de un arrebato de amor por sus colores y que si se mostró violento fue a causa de un ataque repentino de furor.

Entonces, repetimos, ¿cómo se explica la cara preferencia de nuestro alcalde por Antonio Vallejo. En este punto es cuando sale García Montero y nos tacha de homófobos y racistas, mientras esconde la verdadera razón debajo de la alfombra.

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