La principal virtud de la declaración institucional de Mariano Rajoy es que el Gobierno da por real el anuncio de la desaparición de ETA. No había sido así hasta ahora por distintos motivos, entre los cuales también hay cierta mezquindad. No de Rajoy, pero sí de una parte del PP. ETA hoy no existe: hay presos penando por sus delitos, huidos y perseguidos por la Justicia, pero no hay organización. La constatación del Gobierno coincide con la de la propia ETA. Por tanto, esto se ha acabado, y es importante que nadie dude para poder escribir a la primera frase del relato común: la democracia española ha derrotado a ETA. La banda terrorista no ha sacado nada a cambio, quizás sólo la posibilidad de haber dicho la primera que dejaba de existir, puente de plata. Esto no es baladí, y cuando la historia se conozca del todo comprobaremos cómo ha sido posible lo extraordinario, y lo extraordinario es que el final policial y político de la organización terrorista haya sido anunciado por ella misma. ¿Hay, acaso, mejor victoria? Los periodistas hemos acabado nuestro trabajo, ahora es el tiempo de los historiadores, serán éstos quienes intenten destripar los últimos sacos de secretos, será el tiempo también para leernos con un punto de vista crítico, de saber quiénes estuvieron, también por omisión junto a los terroristas, y de cuánto fue el daño de la guerra sucia.

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