Efectos secundarios

En el 'procés' lo peor son los efectos secundarios que darán la cara cuando el secesionismo quede en segundo plano

Mientras el secesionismo rampante sigue a duras penas con los preparativos de la comedia bufa a representar el 1 de octubre, y sus principales actores perfilan los personajes a desempeñar en la trama (Puigdemont en el papel de actor protagonista dispuesto al sacrificio, con Junqueras de secundario, astuto y componedor; Colau en el rol de dama interesante que dice que sí a la vez que niega con la cabeza; los alcaldes indepes agitando a las masas envueltos en sus banderas esteladas; y demás rufianes y garzones tan contentos en su papel de extra con derecho a bocadillo…), algo se mueve detrás de las bambalinas, donde personajes que no figuran siquiera anunciados en la función están llamados a protagonizar sin embargo los momentos más importantes (y peligrosos), que son los que acechan a partir del lunes 2 de octubre.

Detrás de la barrabasada democrática y legal perpetrada por el Parlament, que a estas alturas ya poca gente aprueba, se está cociendo a fuego lento, con la cadencia de una gotera invisible, un sentimiento de apoyo más o menos indisimulado a las tesis que desde hace años se vienen manteniendo desde significativas posiciones catalanistas, no necesariamente separatistas, y que van al mismo meollo de la cuestión: la Constitución desde su propia redacción indica la asimetría en el tratamiento de los distintos territorios del estado, y esa diferenciación, andado el tiempo, no cuadra con la situación actual de Cataluña, en contraste con otras comunidades históricas. Vamos a dialogar sobre esto, insisten con actitud comprensiva y suavona. Ni la deriva rompedora de unos pero tampoco la intransigencia legalista de los otros, nos vienen a decir estos componedores de ocasión. De ahí al "la culpa es de Rajoy", un paso.

En el despropósito del llamado procés lo peor no es la enfermedad, sino los efectos secundarios, esos que seguro darán la cara tan pronto como el desafío secesionista, mal que bien, quede en un segundo plano. Entonces será cuando los gurús de turno, los apóstoles de la plurinacionalidad y oportunistas varios vendrán con su cantinela del diálogo, un eufemismo como otro cualquiera de poner a Cataluña al mismo nivel del País Vasco. Y será interesante observar cómo nuestra izquierda explica su apoyo a las demandas del nacionalismo más insolidario sin contradecir los valores de justicia e igualdad de los que tanto presume.

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