POCO antes de que se iniciara -oficialmente, porque en realidad se ha iniciado mucho antes- la campaña electoral del País Vasco el Tribunal Constitucional ha avalado la decisión del Tribunal Supremo de anular las candidaturas de D3M y Askatasuna a dichos comicios al considerar "sin sombra alguna de duda" que el proyecto político de ambas agrupaciones ha sido "dirigido, preparado, organizado, dinamizado, controlado y animado por Batasuna". Es decir, por ETA.

Será la primera vez que la llamada izquierda abertzale no esté presente en unas elecciones vascas. Nada más justificado que esto de que el Estado democrático se defienda de los que quieren destruirlo y que impida ser diputados a quienes son partidarios de la liquidación física de sus adversarios políticos. No hay que cansarse de decirlo: los batasunos, en sus distintas modalidades, no son excluidos del juego político por sus ideas independentistas, sino por su condición de apéndices de una banda terrorista y, por lo tanto, por promover la violencia para defender esas ideas.

Precisamente la ausencia de parlamentarios proetarras puede resultar decisiva en los resultados electorales que se produzcan el 1 de marzo. ¿Adónde irán las decenas de miles de votos que una y otra vez han respaldado a los candidatos abertzales? Ésa es la pregunta. Los nacionalistas democráticos los esperan, lógicamente. Tanto PNV como EA, hipocritones a más no poder, han denunciado el apartamiento de los batasunos de la contienda como un atentado al pluralismo de la sociedad vasca. Al mismo tiempo, rezaban por la anulación de sus candidaturas con la esperanza de que los votantes huérfanos se decantaran por apoyarles a ellos en las urnas. Total, todos son enemigos del españolismo.

Las encuestas que se van publicando -la última, la del Centro de Investigaciones Sociológicas- indican que los partidos que integran el gobierno actual de Ibarretxe (los citados PNV y EA y la errática IU de Madrazo) no conseguirán los 38 escaños necesarios para seguir gobernando, ni siquiera con el aporte de los soberanistas pacíficos de Aralar. También sugieren un subidón del Partido Socialista, que podría llegar a lehendakari si el PP suma sus diputados a los de Patxi López. (No está claro si López aceptaría gobernar en minoría con el apoyo externo del PP o buscaría un bipartito PSOE-PNV con él de presidente, pero ésa es otra historia).

En esta situación de previsible equilibrio de fuerzas la bolsa de votos de los abertzales quizás acabe decidiendo el futuro inmediato de los vascos. Probablemente ETA ordene la abstención o el voto nulo. De este modo, Juan José Ibarretxe y Patxi López serían o no lehendakaris en función de que los sectores más radicales de la política vasca obedezcan la consigna de ETA o se decanten por el mal menor -para ellos- de que un nacionalista-soberanista continúe en Ajuria Enea. Así está el tema.

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