Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Encuestas

Las encuestas parecen registros de lo que la gente opina, pero en verdad indican lo que tiene que opinar

Las encuestas son esencialmente un negocio como cualquier otro. Se hacen para A) ganar dinero, y B) obtener un beneficio. La A es el objetivo (inmediato) de la empresa que la hace y la B el objetivo (a medio o largo plazo) de quien la encarga. Hace años había muy pocas empresas dedicadas a hacer encuestas. Ahora hay una competencia enorme. Antes casi nadie encargaba encuestas. Ahora lo hace cualquiera, desde un partido político -para saber si van a votarlo- a una fábrica de condones -para saber si se usan y de qué color, olor y sabor los prefieren los usuarios-. Hay encuestas que se hacen sin necesidad de que sean encargadas por nadie porque el objetivo A está garantizado y quien la hace tiene muy claro que hay alguien interesado en el objetivo B. Las encuestas las hacen expertos. "El experto que mejor sirve es, desde luego, el experto que miente" (Guy Debord). Pero las encuestas pertenecen también a la industria del entretenimiento, constituyen un sólido pilar de la cultura del ocio. Esto, al contrario de lo que pueda parecer, no está reñido con lo anteriormente expuesto: la diversión es una importante fuente de riqueza. Hay quien ha amasado grandes fortunas haciendo que la gente se divierta (o crea que se está divirtiendo). En la risoterapia juegan un papel fundamental las encuestas, en especial las políticas que registran el sentido del voto y cuál es el dirigente mejor valorado y quién de ellos es al que no puede ver nadie, etcétera. Y no hay que olvidar la ansiedad futurista de las encuestas, que bajo su pesada manta de datos estadísticos muestran con detallismo pornográfico la realidad del futuro. Porque la lectura -algunos prefieren decir la interpretación- de una encuesta teletransporta a un universo virtual: es el porvenir moldeado, ya preparado. Y cuando está listo se ingiere (y se digiere) el plato con el paladar anestesiado, de ahí toda esa terminología grastronómica de la que se ha apropiado la metodología de la encuesta, que no sirve para nada sin un primer proceso de precocinado y un segundo de cocción a fuego lento, y hasta de fermentación (no son pocos los casos de encuestas que desprenden un intenso olor a adobo). Las encuestas, en fin, se presentan como un estudio que refleja lo que la gente piensa, opina, hace y vota. Pero lo que las encuestas indican y señalan a la gente es lo que tiene que pensar, tiene que opinar, tiene que hacer y tiene que votar.

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