hoja de ruta

Ignacio Martínez

Enorme decepción

HASTA ahora sabíamos que la música amansaba a las fieras. Manfred Gaulhofer, el presidente del jurado que ha elegido la capital europea de la cultura en 2016, fue ayer más lejos y justificó la designación de San Sebastián por la superación de la violencia y la lucha hacia la paz en el País Vasco. ¡Ahí queda eso! Les confieso mi profunda decepción con el fallo. No porque Donosti no se lo merezca. La capital guipuzcoana tiene una tradición cultural moderna de primer nivel; su festival de jazz, el Kursaal de Moneo, su Chillida Leku a un paso, en Hernani, el peine de los vientos, su festival de cine, su chasis de gran ciudad, su orfeón. Un amigo soriano siempre me cuenta que hay dos anhelos inalcanzables en su tierra: ser una isla y tener el Orfeón Donostiarra.

De acuerdo, son muy buenos. Habría que añadir que no necesitaban la capitalidad cultural como los cordobeses, los andaluces. Córdoba se lo merecía más. Partía de una menor tradición de cultura moderna, y ha hecho un esfuerzo en los últimos años infinitamente mayor que San Sebastián. Tenía todos los valores y le hacía más falta. Hasta el punto que el actual alcalde de Donosti, de Bildu, minimizó en la campaña electoral la importancia de 2016. Y ayer, después del triunfo, Izaguirre ha añadido de su cosecha dos elementos inquietantes, que servirá para la defensa de la lengua propia y para la normalización política. O sea, para la propaganda independentista.

El problema de San Sebastián es que su proyecto no tiene base en los muchos méritos culturales de la ciudad, sino en el llamado conflicto vasco. Su lema Cultura para la convivencia, parte de la idea de que la capitalidad es una oportunidad para fortalecer el compromiso social con los derechos humanos y la rebeldía cívica contra cualquier forma de exclusión y de violencia. La propuesta del socialista Elorza era tener embajadas itinerantes por toda la UE dentro de un apartado llamado Semilleros de paz para la reconciliación. El grado de ingenuidad del proponente y del jurado es infinito. Volvemos a lo de siempre: aquí hay un conflicto con dos partes y es necesaria la paz entre ambas. Con lo sencillo que sería que los terroristas desaparecieran sin necesidad de bailarle el agua a sus amigos.

El Gobierno había designado a seis de los trece jurados. Y la ministra Sinde ha destacado entre los méritos de San Sebastián la apuesta por la cultura del Gobierno autonómico vasco. Socialista, por cierto. Como el andaluz, que recibe una bofetada con la decisión y con la justificación de la ministra. Parece que el Gobierno central ha descontado ya la pérdida de Andalucía en las próximas elecciones y prefiera apoyar a su lehendakari. Qué poquito pesa Andalucía en España. Qué poquito.

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