Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Enseñar en libertad

No hay una sola dictadura que no haya creado su propia organización juvenil para asegurarse la fidelidad

Cierta izquierda española es profundamente anticatólica. Y como España es un país de cultura y tradición católicas, parece que su máximo objetivo es laminar, desde una aparente pero falsa defensa de lo público, cualquier actitud que se lo recuerde. Cada vez que oigo a un autoproclamado progresista decir que la religión debe reducirse al ámbito de lo privado, le recuerdo que fue lo habitual en todas las dictaduras comunistas.

Un claro ejemplo del sectarismo ideológico de esa izquierda es el nuevo ataque a la enseñanza concertada, sea o no católica. Pretenden estatalizar la educación y no dudan en atacar una serie derechos y libertades consagrados en nuestra Constitución, la misma que enarbolan con una demagogia inversamente proporcional al tiempo dedicado a su lectura. Ocultan de modo interesado que en ella se reconoce la libertad ideológica, religiosa y de culto, la de cátedra y la de enseñanza y que se garantiza el derecho de los padres a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones. Entonces, si basta con leer el Título I de nuestra Carta Magna para concluir la evidente legitimidad de la enseñanza concertada, ¿por qué habría que exigir unos derechos reconocidos constitucionalmente? La escuela es la forma más eficiente que tiene un estado para adoctrinar a las generaciones futuras. Basta echar una ojeada a la historia para comprenderlo o analizar, simplemente, por qué han florecido ciertos nacionalismos radicales que hoy sufrimos. No hay una sola dictadura que no haya creado su propia organización juvenil para asegurarse la fidelidad de las masas desde la infancia. El poder siempre tiende a perpetuarse y una de las formas más eficaces de conseguirlo es eliminando la libertad de enseñanza, atacando la pluralidad y convirtiendo los centros escolares en propagadores de la verdad única, que no será pública sino gubernamental porque lo público ha de ser de todos, creyentes, agnósticos y ateos. Y ese parece ser su objetivo final.

Nadie puede negar las aportaciones de las órdenes religiosas católicas a la pedagogía; ni la grandeza de figuras como don Andrés Manjon, el padre Poveda o María Montessori. Pero también es cierto que en un sistema dirigido desde el gobierno de turno y sin libertad de elección, hubiera sido imposible el nacimiento de la Institución Libre de Enseñanza que tanto dicen admirar desde la izquierda.

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