mar adentro

Milena Rodríguez / Gutiérrez

Escándalos mayores y menores

UN escándalo mayúsculo es, por supuesto, que un diccionario histórico español del siglo XXI contenga una ficha de Francisco Franco en la que no se diga que el personaje en cuestión fue un dictador. Una ficha en la que, incluso, Franco parezca un simple e inofensivo mandatario que se limitó a cumplir con su deber en tiempos dificiles y complicados de Guerra Civil. Escándalo mucho menor, por su trascendencia, es, por ejemplo, que unas oposiciones de un Ayuntamiento sean anuladas por un juzgado que ha advertido en ellas procedimientos escasamente limpios y objetivos, y el propósito de favorecer a unos candidatos sobre otros.

A todos nos preocupa, desde luego, la gravedad del escándalo mayor. Y lo consideramos de índole distinta al menor. Es intolerable, decimos, que nos presenten como versión oficial de la historia la construida por unos fachas para los que el franquismo constituyó una especie de panacea, un régimen beneficioso para el país, que supuso desarrollo y progreso. Sin embargo, habría que considerar que el problema y sus causas laten de igual modo en el escándalo mayúsculo y en el minúsculo. En uno y otro pueden observarse mecanismos parecidos. Mecanismos que, vergonzosa y tristemente, constituyen el día a día del funcionamiento de instituciones, organismos, administraciones, en España. El mecanismo principal es ese que en este país han dado en llamar enchufe, supongo que para transmitir lo más gráficamente posible la idea de que hay alguien que es de pronto enchufado, conectado a una particular corriente y que, cuando esto sucede, su vida empieza a funcionar con un voltaje envidiable, mucho más alto que el de aquellos que funcionan exclusivamente gracias a su individual y mucho más pobre y escasa batería. La cuestión no es el enchufe en sí que, como conducta humana, existe en todas partes. ¿Quién no quiere ayudar o favorecer a su familiar, amigo, conocido, amigo de su amigo, conocido de su amigo, o incluso conocido de su conocido? La cuestión es que en España el enchufe, a menudo, es capaz de pasar muy por encima del mérito, de la objetividad, del sentido común, de la historia. Y que lo hace, además, y este es quizás verdaderamente el escándalo mayor, apoyándose y utilizando el dinero público.

Mientras la mentalidad epañola permanezca en ese enchufado subdesarrollo, habrá en este país diccionarios históricos franquistas, oposiciones fraudulentas, funcionarios incapaces, premios inmerecidos... Poco, o nada, podrá tampoco enseñar España a aquellos que, supuestamente, son oficialmente los subdesarrollados.

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