Espantar a los turistas

En vez de mimar el prestigio mundial de la Alhambra, no se para de propiciar el cañoneo a las torres de aquella fortaleza

Es, sin duda alguna, el turismo uno de los sectores de producción más sensibles y delicados a la hora de las informaciones: Hace sólo unos días, algún hijo de la Gran Bretaña, de profesión mal periodista, mentía de forma bellaca y viciada, desde el titular a la última palabra de su relato, en un diario de cierta difusión que se edita en la capital de "La Pérfida Albión". Y afirmaba el condenado mal gacetillero; con no se sabe qué última intención, pero sí que la primera era dañar al turismo en las Islas Canarias; que el volcán Teide había entrado en erupción y con bastante virulencia. Y llegaba el "plumilla", al parecer, a servirse de unas imágenes de otra muy reciente explosión volcánica -Kilauea en Hawái- para dar, así, más falso crédito a su milonga.

El asunto no es trivial, ni mucho menos, sobre todo si tenemos en cuenta que el porcentaje mayor del turismo en las Islas Afortunadas es, precisamente, británico. Por fortuna el entuerto no ha llegado a tener mayores consecuencias.

Viene esto al caso porque, si bien es cierto, como vemos, que nadie está libre de la mala fe de algunos, es de género de tontos poner piedras en el propio camino, con conocimiento, reflexivamente, observando el asunto, conociendo las soluciones y no moviendo un dedo para evitarlas. Es como escupir al cielo y no apartarse.

Granada tiene claros ejemplos de tamaña torpeza e ineficacia de gobierno. Piénsese en el conjunto monumental que es la Alhambra, declarado Patrimonio de la Humanidad, lo que costó no pocos esfuerzos en esta Granada de la disgregación. Aquí, en un elevado volumen, se vive del turismo, directa o indirectamente. Y en vez de mimar el cuidado en la imagen y el prestigio mundial de aquella ciudadela palaciega, no se para de propiciar el cañoneo continuado a las torres de aquella fortaleza y a los muros de aquellos palacios, con incesantes cuestiones que generan mala fama y que acaban en los tribunales de Justicia. Alguno -el Caso Alhambra- que quedó entre las togas en claras aguas de borrajas, pese a que alguien quiso "inflar el perro" a base de mucha bilis y al final se le volvió en contra. Y otros -el caso de Las Audioguías y sus ramificaciones- propiciado por la infinita torpeza -¿y presunta avaricia?- de quienes gobernaron hasta hace poco el conjunto monumental, en nombre de la Junta de Sevilla. No se olvide. Es como espantar a los turistas antes de que vengan. Y aquí no pasa nada. ¿O no?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios