Hoja de ruta

Ignacio Martínez

La Europa basura

EL lunes se reunieron en Varsovia once ministros de Exteriores de la UE, entre ellos el español, para imaginar el futuro de Europa. No está mal la alineación: los seis fundadores, más tres socios del euro, como Austria, Portugal y España, y dos que no comparten la moneda única, Polonia y Dinamarca. Principal ausencia, la británica. Este grupo, conocido como Club de Berlín, es una idea germana lanzada en primavera que ha puesto el listón muy alto. Tan alto, que un servidor no se lo cree en absoluto. Una Comisión con más poderes y menos comisarios, una Europa más federal, con política económica y exterior comunes, una unión bancaria y mecanismos de solidaridad. No le falta a la propuesta ni un perejil.

Estas cosas se hacían de manera más discreta entre los cinco grandes en la época del mejor ministro de Exteriores que ha tenido la España democrática: Fernández Ordóñez. Eran las vísperas del Tratado de Maastricht y complotaba en mesa de camilla con el alemán Genscher, el francés Dimas y el británico Hurd. Y en a veces se sumaba el italiano De Michelis. Se reunían en Bonn, Bruselas, París o Londres. Y parieron el Tratado de la Unión Europea. A estos de ahora no se les ve esa traza.

Europa tiene en los tiempos modernos los inconvenientes de la comida basura. Primero, un alto nivel de grasa; y después, aditivos y sal que estimulan el apetito y la sed. Esto último nos llevó a los pardillos del sur a pedir créditos por valor de muchos billones de euros para comprar más de la cuenta. Alegremente. El dinero no es que estuviera barato, lo regalaban. Los aditivos se acabaron con la crisis, pero la grasa continúa por todas partes. Estos días es noticia permanente la línea aérea Ryanair, a la que se le acaba la gasolina con frecuencia porque va con la justa, cuando no hace aterrizajes de emergencia por motivos técnicos.

El problema no está en la inseguridad que esto representa, sino la grasa legal comunitaria que impide que España la controle y la sancione. Ryanair sólo rinde cuentas en su Irlanda natal. De eso se jacta su máximo directivo. El marasmo normativo de la UE se convierte así en refugio para pillos. No es un caso aislado. Esta multinacional, como Apple, como Google, como prácticamente todas, liquidan los impuestos de sus beneficios en España en el generoso sistema fiscal irlandés, a la mitad del tipo nominal español. Grasa.

¿Quién arregla eso? Los jefes de gobierno que se sientan en el Consejo Europeo o los máximos dirigentes de la Comisión y el Consejo representan la mayor concentración de pesos pluma jamás habida en 60 años de historia comunitaria. Van Rompuy ha tenido una idea, que planteará en la cumbre de octubre: un presupuesto central para la Eurozona y una emisión conjunta de deuda para reforzar la unión monetaria y económica. Mucha ambición para tan poco liderazgo.

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