Mar adentro

Milena Rodríguez Gutiérrez

Europeas

EUROPEAS. Creo que así se llaman las elecciones a las que acabamos de asistir. Digo creo porque, en realidad, no se diferenciaban casi en nada de cualquiera de las otras. Si acaso, en que, por primera vez en España, vimos papeletas de un Partido llamado Antitaurino. Tal vez por eso, porque eran casi iguales que las otras, la gente acudió muy poco a las urnas: la redundancia es algo que suele entusiasmar a los políticos, pero que agota a los ciudadanos de a pie.

Los políticos en campaña se olvidaron de para qué la hacían y nos hablaron de otra cosa. O, más bien, nos hablaron de lo mismo de lo que nos hablan todos los días cuando no están en campaña. Y, además, hablaron en eso que se denomina "clave interna", que no es otra cosa que el idioma secreto, críptico, aburrido, de lo nacional.

Parece, sin embargo, que la "clave interna" fue un denominador común electoral en todos los países que se hacen llamar europeos. Es decir, que en ninguno de ellos habló nadie sin clave, o sea, en europeo. Ese hecho se notaba en las propias papeletas de los colegios españoles: ¿qué pinta el Partido Antitaurino en unas elecciones de esta clase?, ¿hay corridas de toros en Alemania, en Austria, en Lituania? Además, no era posible elegir más que entre los partidos que dominaban la clave; imposible votar por ningún partido extra-nacional.

Se supone que las elecciones europeas tienen el propósito de elegir a un Parlamento que pensará en Europa, y se supone, también, que Europa debería ser algo más que la suma de todos y cada uno de los países que la integran. Pero la realidad, a veces, no se parece a nuestra idea de las cosas, a lo que deberían ser: Europa es un sitio al que se va para ver cómo se consigue que tu país (o peor, tu región) obtenga ventajas; en el que no acaba de haber una política común y que, cuando por casualidad ésta surge, suele ser para mal.

Europa sigue siendo ese lugar abstracto y lejano que no termina de existir, o que no existe más que de manera simbólica. Europa es un mito o una utopía. Casi como América Latina. Nadie de dentro de Europa vive en Europa, sino en lugares menos fabulosos; más concretos y pintorescos, como Francia, Italia, Alemania, España... Nadie sabe, tampoco, cuáles son las calles europeas, más allá de aquellas que quedan en Bruselas o Estrasburgo. Europa, en fin, es muy poco real; a menos, claro está, que seas un inmigrante extra-comunitario o un "sin papeles"; un político iluso (con pretensiones, con el propósito de hacer una política otra), o un cándido estudiante con una beca Erasmus.

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