Ahora que las barrabasadas del huracán Trump, Tiriti Trump, Trump Trump hacen parecer a Rajoy un gobernante apetecible, este sigue a lo suyo, que es premiar a sus amigos, casi todos respetabilísimos prohombres de misa diaria y fervientes devotos de toda suerte de vírgenes que concebían sin mácula, que cada uno disfruta de las contradicciones que le salen de los pantalones, con los cargos de retribuciones más suculentas. Sabedor de que esas naderías de las puertas giratorias solo soliviantan a los rojos trasnochados y a los tiquismiquis de Ciudadanos pero que no inciden lo más mínimo sobre su inquebrantable clientela, la España silenciosa que vota lo que debe como un solo hombre, el Presidente sigue colocando en los mejores puestos a sus fieles, sin acomplejarse ni por los excesos que hayan podido cometer en el ejercicio de sus funciones, ni por esos pecadillos de juventud en los que quien más quien menos se vio involucrado en plena efusividad hormonal… ¡qué chiquillos!

Si a Fernández Díaz no le supuso mancha alguna condecorar a la virgen del pincho -o la que fuera, que uno de vírgenes sabe poco- o conspirar contra sus contrincantes políticos, ¿por qué habrían de suponerle ahora a Arsenio Fernández de Mesa sus intemperancias como director general de la Guardia Civil impedimento alguno para entrar en el Consejo de Administración de Red Eléctrica de España como vocal, con una retribución de 180.000 euros anuales? Ninguna, por supuesto. Que haya sido uno de los más entusiastas defensores de las inhumanas concertinas, esas vallas coronadas de cuchillas que España fabrica y exporta con rotundo éxito a países ávidos de protección ante la invasión de los desheredados, o que justificara el lanzamiento de pelotas de goma a los inmigrantes que trataban de alcanzar a nado la costa española, "para indicarles el lugar exacto de la línea imaginaria que dividía nuestro país de Marruecos" no son más que pequeños detalles sin importancia (15 personas muertas); rutina del cargo.

Comparados con la abierta justificación de la tortura que hace, también sin complejos, el actual presidente de los Estados Unidos, resultan hasta cándidas explicaciones de la labor humanitaria de los guardianes de la frontera. ¿Y que en su juventud formara parte del sector más combativo de la Falange, esos jóvenes que, como los Guerrilleros de Cristo Rey, se organizaban en patrullas paramilitares -les llamaban los cadeneros-, que salían de noche a amedrentar, con la complicidad de la autoridad de entonces, la misma Guardia Civil que acabó dirigiendo, a rojos, demócratas y sindicalistas? Naderías. Luego se quejan en el PP de que se saque a relucir su origen franquista. Atado y bien atado.

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