LOS sesenta años de existencia del Festival Internacional de Música no han escamoteado ninguna de las características que lo han convertido en una de las citas culturales más importantes del país. El arranque del certamen de este año ha afianzado sus dos más valiosas características: la presencia de orquestas y directores de talla mundial (la Orquesta de la Comunitat Valenciana con Zubin Mehta en el podio) con un programa accesible a todos los gustos (la tercera sinfonía de Mahler) y la presencia de los compositores actuales con montajes de gran calidad. En este último apartado, el estreno de la ópera Ainadamar de Osvaldo Golijov, que recrea las musas de García Lorca y el trágico final del poeta, ha sido un doble acierto. Además de una magnífica producción, Ainadamar es una apuesta por la ópera dentro del festival. Está claro que con una dirección inteligente y mucha voluntad se pueden soslayar los problemas de la disminución presupuestaria.

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