La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Fianzas

Forbes debería crear un ranking que midiese la velocidad de los investigados en encontrar la 'guindalera' que les excarcela

Estamos asistiendo a un nuevo juego de ricos. Cómo abonar las fianzas que decretan los jueces para eludir la prisión preventiva, con la misma rapidez con la que se chascan los dedos. Está siendo un espectáculo digno de asombro, especialmente entre políticos corruptos o golpistas. No importa la cantidad. El hecho simple de poder salir de la cárcel, o ni siquiera tener que entrar, les hace reunir la pasta en el santiamén que pueden garantizar solo unos pocos.

Está por ver si con tan altas fianzas, los jueces, además de fijar el valor crematístico a la precaución y control del presunto, quieren poner a prueba el ansia de libertad de los fiadores, o más bien su capacidad de ahorro, y con ello tener indicios fiables de su posible enriquecimiento ilícito. El caso es que asistimos a un proceso que no deja de sorprender, según el cual capitalizar una fianza en unas horas, por muy alta que ésta sea, no está suponiendo un problema para quienes son objeto de la misma. Artur Mas es la excepción. Su retraso es debido a esa prórroga que ha solicitado porque antes que hipotecar lo suyo, prefiere mendigar la ayuda entre quienes votaron el 9-N y completar así lo que le falta. Aún no ha acabado de pasar la gorra.

Unos tiran de amigos o influencias, otros de patrimonio propio, y los hay también que abusan del presupuesto público de aprovechadas maneras. Son esos que usan a las asociaciones llamadas cívicas pero que son políticas y sectarias, para abonar su fianza de manera inmediata. El escándalo se da porque éstas se financian con la generosa aportación de recursos públicos. O sea, con nuestros impuestos.

La revista Forbes debería crear una nueva sección en sus rankings dinerarios que midiese la velocidad de los investigados en encontrar la suficiente guindalera que les saque de sus celdas. En diferente prisa y con cantidades distintas, pero ahí les ven, evitando el trullo gracias a la acaudalada disponibilidad de moneda de curso legal, y de origen dudoso en según qué casos.

Queda claro pues que eludir la cárcel preventiva no es cosa de pobres. Y que, por si fuera poco, hay quien, además, hace servir su cargo para ser recogida, en obscena demostración, por el coche oficial a la salida del centro penitenciario. Llamarse Carme tiene esa ventaja.

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