Paso de cebra

José Carlos Rosales

josecarlosescribano@hotmail.com

Fija discontínua

Cuando los recursos literarios entran en el lenguaje político o económico, estamos en la antesala del oprobio y la vileza

El miércoles pasado, al pasar por la calle Torre Pedro de Morales, me dieron una octavilla inquietante, una de esas (tan frecuentes desde hace un tiempo) donde los trabajadores piden apoyo ante los abusos de empresas sin escrúpulos. En este caso se trataba de una de las monitoras de las actividades médico-deportivas del polideportivo Núñez Blanca: "Soy Judit […], el viernes por la noche (3 de marzo de 2017) me despidió la empresa Ebone […] sin motivos fundados y sin explicaciones […], tras casi 10 años trabajando […] sin una reclamación ni incidencia laboral en mi contra". A continuación, según se acostumbra en el movimiento obrero (hoy tan debilitado), se pedían firmas de solidaridad y se nos invita a participar en una concentración, en la plaza del Carmen, el próximo viernes, 17 de marzo, de 10 a 12 de la mañana.

Tras la lectura del folleto, me acerco a los que lo reparten y averiguo que Judit es una trabajadora (como tantos otros) con escasos derechos, un convenio injurioso, un sueldo al borde de la pobreza y la extraña categoría de fija discontinua, y me quedo pensando en esa expresión que parece sacada de un esperpento de Valle Inclán. Fija discontinua. Un oxímoron: adjetivo imposible, recurso literario que alude a sucesos inesperados, confusión o sorpresa. Por eso escribió Quevedo expresiones como "hielo abrasador" o "fuego helado" para referirse el impulso azaroso del amor. Pero en la vida real nada ni nadie pueden ser discontinuos y fijos simultáneamente. A pesar de todo, expresiones de este tipo son cada día más frecuentes en la legislación y, ya se sabe, cuando los recursos literarios entran en el lenguaje político o económico, estamos en la antesala del oprobio y la vileza, hacer que lo negro sea blanco.

En fin, otro gallo nos cantaría si los embravecidos dirigentes parlamentarios de Podemos hubieran apoyado, hace ahora un año, el pacto de gobierno de PSOE y Ciudadanos: ya no existiría hoy la normativa laboral que permite atropellos como el que ha caído sobre Judit (por cierto, días antes de que celebráramos el Día Internacional de la Mujer Trabajadora). Y también otro gallo nos cantaría si el ínclito Torres Hurtado no hubiera entregado los polideportivos y piscinas públicas de Granada a Ebone Sports, una empresa privada de Murcia que, en septiembre de 2015, se descolgó del Convenio Colectivo Estatal y aplicó el que se sacó de la manga, con el consabido recorte de salarios y derechos. Y de sentido común.

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