Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Flores de bach

El Gobierno admite que la homeopatía no cura, pero actúa como si lo hiciera. ¿Cabe mayor desfachatez?

La noticia no fue a más porque la opinión pública ha centrado su atención durante los últimos días en asuntos más graves, pero es ilustrativa de los criterios que sigue el Gobierno a la hora de hacer su trabajo. El Ministerio de Sanidad ha decidido regular los productos homeopáticos que, a pesar del limbo legal en que se encontraban desde 1994, se podían adquirir como medicamentos en las farmacias. La regulación ha venido a dejarlo todo tal y como estaba: estos productos seguirán llamándose medicamentos porque así lo dictamina la directiva europea a la que se acoge el Gobierno. Si alguien esperaba que, al menos, la medida sirviera para que los laboratorios de estos remedios tengan que pagar las tasas que corresponden a cualquier laboratorio farmacéutico, resulta que no: las tasas se aplican no a los productos sino a las familias de las que derivan, con lo que, al tratarse de meras diluciones, los fabricantes del negocio homeopático podrán afrontar los impuestos a pagar de forma notablemente holgada, con un ahorro generoso y sin que al Gobierno se le haya ocurrido reclamar las tasas que quedan sin pagar desde 1994 por vender medicamentos. Es decir, que el cable lanzado a un sector que tanta controversia despierta no ha sido precisamente pequeño: su reconocimiento legal le sale bien barato.

Pero esto, en el fondo, es lo de menos. Cuando la ministra del ramo, Dolors Montserrat, compareció hace unos días para anunciar la medida, admitió que "no hay evidencia terapéutica" que permita considerar los productos homeopáticos como medicamentos. Es decir, el Gobierno reconoce que la homeopatía no cura, pero decide actuar como si lo hiciera. ¿Cabe una desfachatez mayor en cualquier institución pública, más aún si hablamos de la salud de la gente? Al parecer, Montserrat añadió la coletilla para satisfacer un tanto a las comunidades autónomas, que en su gran mayoría se han opuesto a la medida. Pero ya ven, a este nuevo despotismo no le importa hacer demasiado el ridículo con tal de gobernar para sí mismo y encima pretender pasar por amigo de todos. Que el Gobierno consagre un fraude del calibre de la homeopatía como medicamento mientras mantiene a niveles ridículos la inversión en sanidad e investigación científica, con todo el tejido desmantelado mientras seguimos cantando que ya hemos salido de la crisis, es un ejercicio de cinismo difícil de superar.

Los mismos que nos recomiendan que contratemos un plan de jubilación ponen a nuestro alcance flores de Bach para mantenernos sanos. Cruzaremos los dedos.

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