Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Fortes contra García

EL catedrático Luis García Montero ha decidido abandonar la enseñanza en la Universidad de Granada después de ser condenado por un juzgado ordinario por injuriar al profesor José Antonio Fortes. El abandono de Luis es una noticia mala para la Universidad y para Granada. Luis es, además de un excelente poeta, un reconocido profesor y un activísimo e incansable impulsor de iniciativas que han dado realce a la cultura de la ciudad por encima de las cortedades provincianas. Con su salida la Universidad no se hunde, desde luego, pero pierde. ¿Por qué se marcha? Me cuesta trabajo asumir que la decisión se base sólo en una sentencia judicial, porque eso equivaldría a aposentar en los juzgados la solución de conflictos cuya causa primera nada tiene que ver con el Código Penal. Y el trasfondo de la demanda de Fortes contra García Montero es más profundo que la cuestión de fijar si ciertos términos son injuriosos o calificativos.

El trasfondo atañe al deterioro creciente de la calidad científica de la enseñanza universitaria. Los que no tenemos nada que ver con la Universidad nos alarman muchas de las noticias que nos llegan. Noticias, por ejemplo, sobre la ferocidad e incluso el ensañamiento que caracterizan las relaciones entre profesores de muchos departamentos. ¿Cómo la enseñanza y la investigación pueden favorecer el cultivo del encanallamiento o la complicidad? Fuera de la Universidad hay muchas cosas que resultan insólitas. Por ejemplo que, en aplicación de la libertad de cátedra, se puedan difundir teorías que, en este lado del mundo, el de los civiles y los lectores, resultan completamente desatinadas. Aunque a intramuros parezcan no ya sostenibles sino legítimas.

Dice García Montero que se va por no coincidir con Fortes en el departamento. Supongo que si a alguna institución le corresponde resolver estas cuestiones, incluida la de apencar con el prestigio de que un docente difunda la tesis de que Lorca fue fascista o un teórico del fascismo, es a la propia Universidad que es la que sale descalificada o reforzada. El presente caso evidencia el desdoro creciente de la enseñanza universitaria sin que nadie articule los sistemas de evaluación necesarios para evitar que el disparate tome las aulas amparado por la libertad de cátedra.

Y luego, más al fondo, están las rencillas de orden, digamos, literario. Si las discordias que rigen ciertas relaciones en la Universidad son afiladas qué decir de las artísticas. Luis tiene muchos enemigos. Supongo que habrá quien se alegrará con el abandono de Luis pero a mí me parece lamentable. Su salida de la Universidad y el espectáculo.

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