GANAR a Georgia en la propia Georgia es la cuestión, que lo de más son libros de caballería y estar demasiado a expensas del destino. Emprende esta tarde el campeón su camino para la defensa del título, que será en Brasil, y ese itinerario hacia el país del Pan de Azúcar arranca en Tbilisi así que ya sea noche cerrada en las estribaciones del Cáucaso. El sábado sacaba Georgia su pleito con Bielorrusia y Francia, nuestro rival más inquietante en el grupo clasificatorio, también ganaba; además lo hizo de visitante en Finlandia, por lo que no va a ser menos la actual campeona de todo lo que merece la pena.

Son buenas, muy buenas, las sensaciones que nos da el equipo nacional. La sabia y mesurada mano de Vicente del Bosque está logrando que la selección vaya estirando su hegemonía y en esta ocasión ni siquiera los amistosos han dado pie a las dudas. La otra noche en Pasarón daba gusto comprobar cómo hasta van surgiendo incorporaciones que no desentonan en la sincronizada orquesta que maneja el señor marqués. Y eso de que aparezca gente nueva da tranquilidad y también ganas de seguir viendo cómo se mueve este sensacional equipo de fútbol. Son argumentos que nos llevan a confiar en el grupo de cara a esa cita en el cubil de la pentacampeona.

Hasta hace muy poco, el campeón se clasificaba de oficio, pero no está mal que haya que ganarse la plaza como el resto del mundo mundial. Y esas oposiciones a un puesto en Brasil 2014 arrancan esta tarde y cuando sea ya noche cerrada en la capital georgiana. La superioridad española resulta incuestionable, pero en este fútbol tan globalizado el más torpe es capaz de hacer un reloj que, además, dé la hora. Insisto en que las sensaciones no pueden ser mejores, pero todo pasa por hacer buena esa superioridad teórica cuando la práctica se afronte con la seriedad de los grandes acontecimientos, esos momentos en que la selección se acostumbró a no fallar.