Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Granada y Cataluña

La ciudad más olvidada del Estado no montaría el circo ridículo de los independentistas catalanes

Las reivindicaciones nacionales, regionales y locales son legítimas si se hacen dentro de la lógica, la legalidad y la democracia. Estoy seguro, como granadino que lleva décadas asomándose periodísticamente a la actualidad internacional, española, andaluza y granadina, que desde la ciudad más olvidada del Estado no se montaría el circo ridículo de los independentistas catalanes que vengo denunciando hace demasiado tiempo, al convertirse en el reto más importante que ha sufrido la democracia española que tanto trabajo nos costó restaurar, tras la ominosa etapa de la dictadura franquista.

Aquí hemos sido demasiado apáticos ante tantos agravios comparativos, mucho más graves que los que se inventan los secesionistas. Vean los pocos ciudadanos que participaron para exigir el soterramiento de un AVE que aletea sin fecha para posarse en algún árbol granadino. Por cierto, ¿qué ciudad catalana está aislada 'sine die' por ferrocarril? ¿Qué dirían los catalanes si estuviesen a la cola de la renta per cápita de la nación? ¿Si la emigración fuera su seña de identidad, en vez de ser receptora del esfuerzo de tantos andaluces, extremeños y de otras regiones que algunos grupos detestan, como ya denunciaba Ganivet hace 150 años, que han contribuido a su situación privilegiada? Claro que, de continuar así, quién sabe si la juventud catalana tendrá que emigrar, si sigue el aumento del paro, y hasta, a lo peor, se imponen esos proyectos del prometido estado bananero de resucitar la 'puta mili'.

Resulta grotesco que en la región más rica del país se alimenten secesionismos que, como estamos viendo, son suicidas, económicamente incluso, para los que tanto aman la 'pela', y que sociedades que creíamos cultas se les pueda engañar de la forma burda utilizada por los independentistas, que ahora reconocen que no estaban preparados para lograr el paraíso prometido. Desde un sur que, al menos, se siente digno en su pobreza y donde lo que más se teme es hacer el ridículo, nos asombran estas actitudes que nos avergüenzan, como españoles, de una parte de una nación que todavía es parte de España y que, probablemente, lo será durante mucho tiempo. Como nos avergüenza la cobardía de mentirosos compulsivos como Puigdemont, que sólo reciben el apoyo de la ultraderecha y los grupos racistas y xenófobos en su 'exilio' europeo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios