Granada, borrada del mapa

Lo único que queda, la capitalidad judicial de Andalucía, está a punto de resultar totalmente eliminada

El primer palo gordo lo dio un granadino -de Motril, por más señas- de eso no cabe duda y me refiero a Javier de Burgos, persona de enorme cultura que hizo poco favor a la tierra que lo vio nacer; como tantos otros; pues sentó las bases administrativas para borrar de los mapas el perfil de lo que hasta su tiempo aparecía en las cartas geográficas como Reino de Granada, cuando; teniendo como base las prefecturas en que los invasores napoleónicos franceses dividieron administrativamente a España; hizo el mapa de provincias que, prácticamente, rige hasta nuestros días.

Así vino a transcurrir cerca de un siglo, en el que los defensores del llamado andalucismo histórico se empeñan en ver señales inequívocas en la formación ideológica de una clara vocación autonomista que, en la realidad, tardó muchísimo más en manifestarse algo, especialmente en esta parte de la actual Comunidad Autónoma de Andalucía, que coincide con el abolido mapa del antiguo Reino de Granada, en donde la teoría política del jerezano Infante pilla más lejos que cerca de la propia idiosincrasia de sus gentes.

El siglo de esas grandes gestas autonomistas culminó con la pomposamente denominada Asamblea de Córdoba, entre el 29 y el 31 de enero de 1933, en la que los representantes de las provincias de Granada, Jaén y Almería se levantaron y se marcharon. Así de simple y de contundente. Porque ni ellos se llegaron a creer lo de una autonomía para una Andalucía que englobase las ocho provincias, engullendo el tan repetido Reino de Granada que, teniendo mucha más solvencia histórica que el parche apetecido por los andalucistas del citado Blas Infante, era idea a abatir, en beneficio de la supremacía de aquella otra parte de Andalucía, la capitaneada por el sevillanismo rampante, que sí ha sabido engullir todo el verdadero peso histórico de esta otra parte de la Andalucía actual, a la que, de unas u otras formas, ha condenado al silencio y a la ausencia de peso e importancia política -cuando no al servilismo- en el gobierno de la Comunidad Autónoma.

Esa reticencia de los habitantes del antiguo Reino de Granada por una Andalucía enorme de ocho provincias, se ha visto, al cabo de todos estos años, recompensada con el más insultante de los ninguneos. Y si lo centramos en la antigua capital del reino -Granada- para qué contar. Ya, lo único que queda, la capitalidad judicial de Andalucía, está a punto de resultar totalmente eliminada. Granada queda, así, borrada definitivamente del mapa de cualesquiera influencias políticas, económicas, académicas, culturales, administrativas y, finalmente, jurídicas o judiciales. Y de fútbol. Ni hablamos. ¿O no?

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