LA Fundación Caja Rural de Granada ha editado una preciosa Guía Lorquiana que, con textos de Gloria Fernández, fotos de José Antonio Martín Jaímez y dibujos de Mesamadero, sigue las huellas de Federico García Lorca, los paisajes que él vio y amó -muchos de ellos modificados con el paso del tiempo-, desde Fuente Vaqueros y Valderrubio, hasta los últimos captados en su retina -antes de morir vilmente asesinado en su Granada-, de Víznar y Alfacar. Pasando por el centro de una ciudad, por sus Alhambras, Albaicines, Sacromontes -en plural, porque son muchas sus referencias a estos paisajes ricos en su variedad-; sus catedrales -sí, sólo hay una, pero sigo el mismo proceso-, monumentos, casas, huertas, entre ellas la de San Vicente, o la Casa Rosales, hoy convertida en hotel, gracias a lo cual se ha podido conservar; el antiguo Gobierno Civil, hoy facultad de Derecho, o el nefasto recuerdo de Las Colonias, la antesala de la muerte para tantas personas, entre ellas, Federico, en aquellos terribles días de los fusilamientos colectivos.

Por toda esa Granada, con la galería fotográfica expresiva y llena de calidades y textos divulgativos, concisos y precisos, con datos históricos y referencias actuales, los que, de dentro o de fuera, deseen seguir los caminos lorquianos contarán con una ayuda imprescindible para profundizar en el entorno. No es, por supuesto, ni una guía literaria -aunque figuren muchos textos lorquianos- ni siquiera nostálgica. Es, como dice Gabriel Pozo, director de la Fundación, "una búsqueda de los escenarios por los que el niño Federico y el eterno adolescente García Lorca se perdían para soñar". Aunque, como advierte Pozo, "esta vega no es la Vega de Federico ni estos umbrales son los suyos ni este aire huele verde vientoý Todo parece igual en Granada pero todo está demudado".

Me sirve esta expresión y el recorrido por esta necesaria guía para hilvanar esta mirada de hoy que, relacionada con aquel último momento de Federico, no tiene más remedio que detenerse en el congreso internacional que la Universidad de Granada inauguró esta semana para honrar la memoria de las víctimas de la Guerra Civil y de la posguerra, que bajo el título 'Historia y Memoria' ha permitido a especialistas profundizar en aquella etapa histórica y honrar, sí, la memoria de quienes padecieron -por unos 30.000 va ya las cifras de víctimas- la crueldad de aquellos tiempos.

Una Granada demudada, seguramente, en sus entornos, pero, por desgracia, todavía con ciertas reminiscencias de lo peor de su pasado. Como lo excepcional que tiene el don de la vista es que vislumbra múltiples imágenes -"dale limosna, mujer, / que no hay en la vida nada / como la pena de ser / ciego en Granada", según Icaza-, también ve uno cosas en la Granada de hoy, la de la vanguardia científica, precisamente, que nos retrotraen incluso a los 'Autos de Fe' que se celebraban en Plaza Bib-Rambla, con la quema y ajusticiamiento de herejes, brujas y demás represaliados de la Santa Inquisición. Una Inquisición que, en el siglo XXI, han estado a punto de sufrir los científicos que trabajan en Granada en las investigaciones de células madres y otras cuestiones, relacionadas con el desarrollo de los estudios que permitan, en un futuro, poder abordar enfermedades como la diabetes o el parkinson. A última hora, los científicos no han tenido que comparecer ante la Justicia por atrabiliarias denuncias y, al menos, hemos podido borrar de Granada la imagen de leyenda negra que ya estaban preparando, ávidos, los medios de comunicación, nacionales e internacionales.

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