MIRADA ALREDEDOR

Juan José Ruiz Molinero

La Granada 'interrupta'

GRANADA parece ser la elegida por todas las Administraciones para suprimir, alargar o interrumpir proyectos y obras que en otro lugar o hubiesen concluido o marcharían al ritmo normal de cualquier iniciativa pública. Ahora que el Metro parece paralizado o ralentizado, después de poner la ciudad patas arriba, habrá que recordar este fenómeno interruptus. Veamos lo que han tardado las obras de la autovía a la Costa, incluyendo la paralización, precisamente en la provincia de Granada, de la A-7; la exclusión del puerto de Motril y la Costa Tropical del plan ferroviario de transporte de mercancías; las décadas que ha necesitado la presa de Rules, para no poder servir todavía más que de adorno; cómo se retrasó la remodelación de la Normal, considerada un auténtico fenómeno paranormal. Mencionemos al AVE, después de la vieja proclama de Renfe de que teníamos que olvidarnos del tren y coger el autobús para ir a Madrid. Ahora mismo el Teatro de la Ópera no se sabe si algún día se hará realidad. El Milenio, que nadie atisba en qué quedará, ha sido otro clamoroso acto de marcha atrás. El legado de José Guerrero está en trance de desaparecer de su tierra y hasta el Centro García Lorca ha salido a los medios con problemas que podrían retrasar su apertura. La lista de retrasos de acciones y proyectos con interruptor sería interminable.

Ahora la toca al 'metro'. Un asunto que tanto afecta a los ciudadanos, al tráfico y a la vista externa de una ciudad. Muchos piensan que no era en estos momentos imprescindible y debería haberse estudiado con menos traumatismo y, sobre todo, acelerar al máximo su ejecución. Prolongar esta aberración es un atentado contra la ciudad y contra la gente que vive o viene a ella. Tener todo el ámbito por el que va a transitar en las actuales condiciones sine die es una tortura que ni siquiera los dudosos resultados futuros pueden justificar.

Así que aceleren las obras, amplíen jornadas, trabajen de día y de noche porque Granada no aguantará durante mucho tiempo este cansino ritmo administrativo. El que se cae en un socavón, el que tiene que cerrar su negocio porque los clientes no pueden pasar, el que se desespera porque no sabe por dónde ir entre ese laberinto del Minotauro si tiene que llevar a alguien a una estación, un hospital, un servicio público o simplemente se le ocurre venir de turismo a visitar una ciudad monumental, se acordará, con razón, de los autores de la brillante idea y, sobre todo, de la celeridad que se están dando en terminarla. Si, además, ve que todos los que están supuestamente trabajando están en la hora del bocadillo, agotará su probada paciencia y su repertorio de votos. Esto sólo se atreven hacerlo las Administraciones públicas en Granada, una ciudad que aguanta todo con su estoicismo de siglos. Quizá la malafollá tenga aquí su explicación.

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