EL sábado, en el partido ante el Cádiz, quedó más que demostrada la sed y la necesidad que tiene Granada de vivir momentos importantes. La Granada futbolística viene a ser como una esponja totalmente seca, que absorbe la más mínima gota de agua que pueda significar volver a revivir experiencias pasadas o embarcarse en un viaje que pueda proporcionar una mínima esperanza de futuro.

El problema estriba en que, en demasiadas ocasiones, en lugar de recibir gotas de rocío y de frescura, recibe cantidades ingentes de hiel y vinagre.

En lo que nadie se equivoca es que la tierra granadina es el campo de cultivo perfecto para que alguien honesto, con conocimientos y sin necesidades económicas, tome la batuta y lleve tras él a cientos de miles de personas para alcanzar algo que hoy es un sueño lejanísimo.

El equipo sigue ofreciendo mejoría, pero ante rivales que tienen hambre de ganar partidos. Ahora sólo falta que ofrezca buena imagen con los conjuntos mediocres que sólo piensan en no perder y sumar un puntito.

Por cierto, tengo que calificar como magnífico el trabajo que se hizo en verano sobre el césped de Los Cármenes, que sirve para que ya tengamos dos cosas con las que cuentan todos los equipos de Primera División: la afición y el terreno de juego.

En otro orden de cosas, no me gusta que se siga cargando todas las culpas de que el equipo esté en zona de descenso a Óscar Cano y a su grupo de trabajo. Tampoco que muchos seguidores del conjunto rojiblanco salieran contentos de Los Cármenes por el empate ante el líder, eso debe quedar para los equipos sin aspiraciones y de presupuestos bajos.

Ahora toca olvidarse del cuento de la lechera y acordase de Joseíto y de su famosa escalera. Sólo así se saldrá de la zona de peligro con prontitud.