No he visto ninguna campaña del Instituto Andaluz de la Mujer en contra de los piropos, ningún vídeo que desaconseje el halago, sino una crítica contra el acoso callejero, los improperios del guarrón de la esquina, el sobón del autobús y la manadita que persigue a una chica a la salida de un local de copas. La campaña ha sido un éxito en cuanto a su eco, que es lo que se persigue, incluso una multinacional de esas que se denominan red social la ha tenido que retirar por la protesta de los usuarios. El movimiento animalista también se ha apuntado a la condena de la campaña porque sus seguidores nunca entendieron las fábulas de Esopo, pero es verdad: tampoco he visto nunca a un cerdo, y mucho menos ibérico, manosear furtivamente la nalga de una mujer. Al contrario, sí. Los indignados con la campaña, hombres y mujeres, esnob a lo Deneuve, van a tener que tranquilizarse: la ola de esta revolución social se vislumbra enorme, las mujeres han dicho basta, basta al pequeño acoso, al abuso físico y político de poder del macho, a la desigualdad salarial y al comercio de la carne disfrazado de poesía. Lo que se aproxima es similar al Mayo del 68. Por supuesto que también pagarán injustos inocentes, así son las revoluciones. ¿Que quienes la han comenzado son las más privilegiadas? Pues, claro, como lo fueron las sufragistas.

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