Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Hartico de Internet

Se ha convertido en el reino de las paraciencias, la historia como leyenda interesada y la conspiración permanente

No sé si será que al final va a llevar razón mi abuela y me voy a acabar convirtiendo, antes de tiempo, en un viejo cascarrabias o es que hay nuevas costumbres que ni entiendo, ni comprendo, ni estoy dispuesto a admitir. Hasta no hace tanto, si asegurabas algo y tus interlocutores se mostraban incrédulos, se consultaba la Espasa y se daba fin a la cuestión, devolviendo el grueso tomo al anaquel entre la oculta decepción de unos y el indisimulado orgullo de otros. Todos sabíamos que aquellas viejas enciclopedias eran fruto de un ímprobo trabajo y que cada entrada estaba redactada por un experto. Sin embargo, en estos tiempos de inmediatez, el oráculo de los dioses es internet. Sin matices.

Una cosa es que leas en algún blog de viajes que hay un romántico mirador imprescindible y que al llegar sólo veas grúas y vallas publicitarias, algo que podría pasarte con el consejo de un amigo, y otra muy distinta que ante una cuestión jurídica de cierto calado, la autoridad en la que se apoye el tipo que intenta contradecirte no sea la norma en vigor, sino internet. Internet como personificación de la sabiduría y ente omnisapiente. Lo he visto en internet, o mejor, míralo tú mismo, mientras se enarbola el móvil como si fueran las Tablas de la Ley, es el culmen intelectualoide de esta sociedad con tanta información al alcance de la mano como profundamente desinformada en el fondo. La red ha sustituido a las viejas mesas de café en las que cualquier contertulio podía dejarnos con la boca abierta a causa de su sabiduría o en razón de su profunda estulticia. Internet es una oportunidad que abre a todos el conocimiento pero también un desván lleno de cachivaches inservibles entre los que muchas veces es casi imposible encontrar algo útil. La red se ha convertido en el reino de las paraciencias, la historia como leyenda interesada y la conspiración permanente, donde la opinión de cualquier iluminado se transforma en un saber tan aparente como falso.

Esa idea tan demagógica de la producción textual colaborativa y altruista significa poner a Sócrates a la altura de Abundio y una sociedad que confunde la opinión con la información y da pábulo a cualquier cosa que lee en internet, por descabellada que ésta sea, está tan desinformada y es tan manipulable como un aislado villorrio medieval preso de la superstición y crédulo con las historias de gnomos y brujas que poblaban el bosque.

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