Paso de cebra

José Carlos Rosales

Hemorragia del pragmatismo

HILARY Clinton, la nueva Secretaria de Estado de EEUU, ha iniciado su primera gira asiática, cuyo eje principal será una reunión con miembros del gobierno chino. Pero según leemos en las agencias internacionales de prensa, y en contra de lo que un ciudadano sensible pensaría, la prioridad durante estos contactos no será la defensa de los derechos humanos en aquel país. El pragmatismo lo inunda todo; y así lo reconoce la propia Clinton: "Tenemos que continuar presionando, pero nuestra presión en este tema [de los derechos humanos] no puede interferir con la crisis económica global, el cambio climático y las crisis de seguridad".

Una actitud semejante mostró hace poco la presidenta chilena, Michelle Bachelet, cuando con motivo de la Feria del Libro de la Habana (dedicada este año a Chile), viajó a Cuba y nada dijo (ni allí ni fuera de allí) acerca de las violaciones de los derechos humanos que los trabajadores de esta isla soportan cada día por parte del gobierno de la familia Castro. Bachelet desoyó las voces que le pidieron en Chile una reunión con los disidentes cubanos. Menos mal que algún chileno ilustre, como el poeta Nicanor Parra, se negó a figurar en séquito tan hipócrita. Bachelet se refirió a la necesidad pragmática de estrechar vínculos con todos los gobiernos de la zona y, en un alarde de surrealismo político, denominó "democracia diferente" a la dictadura cubana.

También podríamos acordarnos de los recientes mensajes y visitas del rey Juan Carlos y del presidente Zapatero a Libia, así como de sus contactos y conversaciones con Gadafi, sin que ninguno de ellos aludiera nunca a las correosas restricciones que los activistas de los derechos humanos sufren diariamente en aquel país.

Situaciones similares son cada día más frecuentes en la escena internacional y el conservador Nicolas Sarkozy podría ser el paradigma de esta nueva orientación de política internacional: lo mismo apoya las contradictorias reformas de Evo Morales en Bolivia que los abusos de poder de Vladimir Putin en Rusia.

La escasez de flujos financieros, el fantasma de la deflación y la pugna por las nuevas materias primas (litio o gas barato) han desbocado el pragmatismo político en la esfera internacional. Los derechos humanos y el respeto a la ley o a la verdad ya no ocupan ningún lugar relevante en la agenda de nadie. Así que no sería raro que dentro de muy poco se inaugure con fanfarrias y maceros el Centro Comercial Nevada o que el barrio del Albaicín se convierta en un páramo de adosados de lujo. ¿Acaso podríamos escaparnos en Granada de toda esta hemorragia de pragmatismo?

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