EL pasado 27 de mayo, aún permanecían unas 300 personas en la Plaza de Cataluña, haciendo visible la respuesta ciudadana que simboliza el 15M. A las 7 am, la plaza fue acordonada por Mossos d'Esquadra con uniformes antidisturbios, que instaron a los acampados a retirarse para llevar a cabo un "operativo de limpieza". Temiendo el desalojo definitivo, los acampados se negaron. Su negativa desencadenó entonces una brutal carga policial de dos horas ininterrumpidas. No necesitan ustedes que nadie les cuente cómo fue, porque hay decenas de vídeos colgados en la red donde se confirman los testimonios de quienes fueron apaleados: manifestantes tirados en el suelo o con los brazos en alto, periodistas, vecinos y hasta turistas accidentales.

Como me gusta meter la nariz en las fuentes del otro, he acudido a la página web de la Asociación Profesional de Policías. En defensa de sus compañeros catalanes, el gremio explica cómo el delito de resistencia a la autoridad implica la detención. Permítanme algunas citas de esta genial autodefensa. Si el sujeto detenido se niega a ser trasladado, nos explican, está autorizado el uso de la fuerza "siendo lo más apropiado para los casos de resistencia pacífica el que sea agarrado entre varios agentes y llevado en volandas". Problema: el 27M, los asentados formaron cadenas humanas, impidiendo que nadie se los llevara "en volandas". La policía entonces tuvo que hacer frente, no a la violencia de las masas, sino a un abrazo colectivo. Además, añade el informe, los manifestantes "arrojaron pequeños objetos y agua". Por ello, "se consideró finalmente que la única manera de llevar a cabo la limpieza era utilizando la fuerza bruta". Todo el mundo sabe lo peligrosos que son el agua y los pequeños objetos.

Los testimonios de los heridos inciden por separado, no sólo en la brutalidad policial, sino en la humillación verbal sistemática a la que fueron sometidos. Mientras los amenazaban o pegaban, los ciudadanos tuvieron que escuchar cómo les gritaban: sois basura, cerdos, mierda, guarros. Aquel colosal operativo fue desplegado con la excusa de llevar a cabo una labor de limpieza. Y así se hizo, pero en un sentido más profundo. Los Mossos iban animados por una lógica arraigada y coherente que explica su salvaje abuso de poder: el discurso de la higiene social. Un discurso peligroso que ha formado parte de la tecnología represiva de demasiados estados autoritarios. Dentro de su lógica, los ciudadanos contestatarios no son personas, sino gérmenes del cuerpo social que deben ser erradicados. Somos guarros.

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