Señales de humo

José Ignacio Lapido

Impuestos

IMAGÍNENSE que a principios de diciembre el Gobierno decidiera gravar el turrón con un impuesto especial. Y quien dice el turrón dice los polvorones de Estepa o los tocinos de cielo de las monjitas Clarisas. Se levantaría un lógico revuelo. Estando tan cerca la Navidad la gente andaría especialmente sensibilizada con cualquier cosa relacionada con la tradición. Ahora no estamos próximos a cantar villancicos, pero estamos prestos a cumplir con otra tradición no menos entrañable: vernos las caras con Hacienda. Es por ello que las noticias de carácter tributario tienen en estas fechas una especial significación, y confieso que algunas que se han dado a conocer me provocan el mismo erizamiento capilar que me produce el sonido de una zambomba.

La semana pasada, en vista del tamaño que están adquiriendo las telarañas en las arcas públicas, el Gobierno volvió a subir el impuesto que grava el tabaco y los carburantes. Las justificaciones dadas son de carácter buenrollista: la salud de los españoles en el caso del fumeteo y el cuidado medioambiental en el de la gasofa. Por buscar excusas que no sea.

Creo que las dos únicas aportaciones teóricas de Zapatero a las ciencias políticas han sido sendos axiomas con los que el presidente nos dio la talla de su altura intelectual: "Bajar los impuestos es de izquierdas", y otro no menos rotundo: "Dejar de fumar es de izquierdas". Ambas oraciones comparten un mismo predicado pese a que el sujeto sea susceptible de variarse aleatoriamente, o a conveniencia. El problema viene al contrastar tales postulados con los hechos: la contradicción es flagrante. Hasta el punto de hacernos dudar de lo que es y lo que no es de izquierdas. El Gobierno socialista, al subir la tributación de cigarrillos y gasolina -la del alcohol no tardará en llegar- ha eliminado la diferencia de clases. A la hora de pagar, se entiende. Los antiguos manuales explicaban de una forma que incluso yo podía entender que los impuestos indirectos eran los menos progresistas de todos ya que los paga por igual el rico que el pobre. La fiscalidad en un copazo de Anís del Mono es idéntica para el jornalero que para el duque de Medina Sidonia. Una calada de Ducados le cuesta lo mismo al mileurista que a Emilio Botín.

Esa preocupación de Zapatero por la confraternización interclasista concuerda con la otra novedad fiscal que conocimos ayer: el PSOE rompió un pacto con IU para subir los impuestos a las rentas más altas y para acabar con el tratamiento fiscal privilegiado a los extranjeros afincados en España -véase futbolistas de élite- que en lugar de pagar el 43% como todo el mundo solo tributan el 24%.

Es evidente que, aunque no estemos en Navidad, decisiones como éstas tienen algo en común con los polvorones: son difíciles de tragar.

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