cámara subjetiva

Ángeles Mora

Inocentes

HE recordado un famoso verso de Borges: "A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires". Pertenece a su poema Fundación mítica de Buenos Aires. Y lo he recordado porque estaba pensando precisamente que a mí se me hace cuento que existieran los Santos Inocentes. O sea, que ocurriera realmente aquella matanza como la Historia Sagrada nos narra, porque matanzas de inocentes, desgraciadamente, las hubo en el pasado y se repiten en la actualidad, al parecer sin remedio. Se me hace cuento, sí, que existiera tal matanza, pero si la hubo no es fácil comprender -como muy bien se preguntaba Saramago en su Evangelio según Jesucristo- por qué San José huyó con su familia a Egipto sin avisar a sus vecinos de lo que les caía encima. Salvo que se trate de un "misterio". Lo cierto es que hoy es 28 de diciembre y que este día celebramos a aquellos niños inocentes que murieron para que viviera el niño Jesús.

Durante mucho tiempo hemos soportado las inocentadas propias de este día: los periódicos, la radio, la televisión, suelen inventar noticias que puedan parecer creíbles, pero también sorprendentes y al final chistosas. Las bromas también se daban en el trabajo y en familia, una especie de teatro del absurdo o de la crueldad que te preparaba para la vida, porque la vida es absurda y cruel. Y si a Don Quijote le pusieron un cartel en la espalda para que se rieran de él mientras paseaba por Barcelona, ese cartel en la espalda nos lo han puesto a todos, de un modo u otro, desde la escuela hasta hoy. A todos nos lo han dicho entre risas: ¡inocente!, ¡inocente! Y nos hemos sentido avergonzados por ser inocentes, ni más ni menos. Por supuesto que las bromas sólo pretendían divertir y también -y eso era bueno- que aprendiéramos a reírnos de nosotros mismos, pero en el fondo quedaba aquella enseñanza primordial: no te fíes de nada ni de nadie. No seas bueno, no seas inocente, no seas niño.

Seguramente me divertirán las inocentadas que puedan aparecer hoy en los periódicos. Al fin y al cabo inocentadas nos traen las noticias todos los días -y casi nunca divertidas-. Una inocentada por adelantado me pareció eso de que los españoles no hemos interiorizado todavía el valor del euro (Solbes dixit), que lo despilfarramos en los bares, vamos. Los españoles nos hemos enterado hasta de lo que vale un peine. Sabemos sobre todo que pagamos en euros cuando nuestros sueldos se quedaron al nivel de las pesetas. Es decir, sueldos tan disminuidos como las viejas pesetas de andar por casa. ¡Inocentes!

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