Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Inquina equina

EL elemento fundamental de la antigua profesión de carterista es el gancho, es decir, el tipo encargado de atrapar la atención de la víctima para que se relaje y no perciba la mano ágil que le distrae la billetera. Si el gancho actúa en una plaza y, además, está colocado en un lugar elevado, mejor que mejor. El caballo de Guillermo Pérez Villalta es, en este sentido, un gancho perfecto. El mejor, diría yo. Está localizado en los más alto de la fachada del Ayuntamiento y para contemplarlo es menester buscar un emplazamiento en mitad de la Plaza del Carmen. Mientras tratas de mirar el caballo un tipo medianamente hábil es capaz de birlarte no sólo la cartera sino el reloj, los gemelos, la corbata y el sentido de la prevención. O, en su caso, metértela doblada.

Yo, con la intempestiva decisión del Ayuntamiento de retirar la escultura del caballo y cumplir así una promesa electoral de ¡hace cinco años!, he tenido la misma impresión que el ex alcalde José Moratalla. ¡El traslado del caballo es el gancho para robarnos la cartera! La imprevista recaída de Torres Hurtado y del resto de concejales del PP en su particular peste equina tiene todas las características de una artimaña para que los granadinos, tan amigos como somos de las estatuas y de las controversias absurdas, concentremos toda la atención en el caballito (como los fotógrafos ambulantes) y, mientras, el descuidero nos mete de rondón un Plan General de Urbanismo sospechoso de encubrir movimientos especulativos y una merma presupuestaria escandalosa por la condena del Supremo a cuenta de la expropiación irregular de los terrenos del Campus de la Salud.

Así que, queridos paisanos, cuando el alcalde o sus concejales les digan que miren cómo los obreros descuelgan el caballito y lo trasladan a un lugar absurdamente secreto (absurdo porque será en plena calle) llévense la manos a la faltriquera, pálpense el reloj y no les quiten el ojo de encima al PGOU ni a la salida que se prepara para los expropiados del Campus. Lo del caballo es muy extraño. Primero, como hemos dicho, por los extemporáneo del descendimiento y, segundo, por lo secreto del pesebre a donde será trasladado. ¿A qué viene tanto misterio? ¿Por qué no se conoce el "emblemático" lugar? Ay, ay.

Además huele a venganza política. La venganza, como nadie ignora, es un plato que se sirve frío, y el desprecio iconoclasta del actual equipo de gobierno por el dichoso caballo proviene de antiguo y tiene menos que ver con divergencias estéticas que con rancias y esquinadas inquinas equinas. O con duraderas crisis hipocondriacas de hipo hípico. Allá cada cual con sus fantasmas, con sus caballos y sus arreos. Pero ojo con el arriero.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios